Éxodo (1960)

“Éxodo” (Exodus, 2014) no es simplemente una película sobre la creación del Estado de Israel en 1948; es un torbellino emocional y una imponente recreación de un momento crucial en la historia del siglo XX. La película, dirigida por Ridley Scott, se centra en los horrores del Holocausto y la desesperación de los judíos supervivientes, un tema que, aunque no nuevo, se aborda con una intensidad particular gracias a la visión del director británico.

Scott se aleja deliberadamente de la grandilocuencia de muchos dramas históricos. La película no trata de glorificar la guerra, sino de mostrar el sufrimiento, el miedo y la lucha por la supervivencia. El uso de colores apagados, contrastados con momentos de explosiones y acción, crea una atmósfera palpable de desesperación. La dirección es magistral en la representación de los campos de concentración, evocando imágenes impactantes sin caer en el sensacionalismo gratuito. El ritmo, a veces pausado, permite al espectador conectar con la individualidad de los personajes, explorando sus miedos, sus esperanzas y sus dilemas morales.

Las actuaciones son excepcionales. Paul Newman, en un papel que le da una última oportunidad, encarna a Ari Ben Canaan con una elegancia y un porte que contrastan con la brutalidad del mundo que lo rodea. Es un hombre inteligente y reflexivo, incapaz de aceptar la violencia como solución. Sin embargo, la película evita caricaturizarlo; sus dudas y sus conflictos internos son conmovedores. Miguel Ángel Muñoz, como Barek, aporta una profundidad inesperada al personaje, representando la búsqueda de la redención familiar. Johansson, como Lea, transmite la fragilidad y el dolor de una mujer que ha perdido a su familia y a su fe, mientras que Christoph Waltz, en un papel menor, ofrece un destello de malignidad y pragmatismo como el representante del gobierno británico.

El guion, adaptado de la novela de Leon Uris, es a la vez ambicioso y, en algunos momentos, excesivamente melodramático. Si bien la película logra capturar la atmósfera de la época y las dificultades logísticas del viaje, el conflicto entre Ari y Akiva, el fanático líder, se siente a veces forzado y simplificado. La película, en su intento por abarcar la magnitud del evento, diluye la complejidad de las motivaciones políticas y las intrigas de la época. No obstante, la película consigue transmitir la urgencia de los refugiados, su determinación de construir un futuro y el peso de la historia que llevaban consigo.

“Éxodo” no es una película perfecta, pero es una experiencia cinematográfica poderosa y emotiva. Su valor reside en su capacidad para conectar con el espectador a nivel humano, mostrando la lucha por la libertad y la identidad tras una tragedia inimaginable. Es una película que invita a la reflexión sobre el Holocausto, el antisemitismo y la importancia de la memoria histórica. La producción es impecable, tanto en el apartado técnico como en la dirección artística.

Nota: 7/10