Exorcismo en el Vaticano (2015)

“Exorcismo en el Vaticano” es una propuesta de terror que, a pesar de su ambición, no logra alcanzar la excelencia que su premisa sugiere. La película, dirigida por Rob Affonso, se sumerge en un relato de posesión demoníaca ambientada en los corredores y criptas más sórdidas del Vaticano, una combinación que prometía un choque de mundos y una atmósfera de inquietante paranoia. Sin embargo, el resultado final es una experiencia visualmente atractiva pero narrativamente inconsistente, que recurre a clichés del género y no profundiza lo suficiente en la psicología de sus personajes.

La dirección de Rob Affonso, si bien competente en la creación de imágenes impactantes –la arquitectura gótica del Vaticano, las sombras que se alargan en las oscuras capillas, los rituales religiosos nocturnos–, carece de un estilo propio que distinga la película. En lugar de generar una verdadera atmósfera de terror, se centra más en el espectáculo visual, utilizando efectos especiales que, en ocasiones, resultan más llamativos que efectivos. Se nota una dependencia excesiva de la acción rápida y la violencia gráfica para mantener el interés del espectador, lo que acaba por diluir el suspense y la sensación de amenaza latente. El uso de la música también es bastante convencional, recurriendo a melodías de terror genéricas que no aportan nada de originalidad al conjunto.

El elenco, liderado por Demián Bichir, interpreta al padre Thomas Grant, el sacerdote que inicialmente duda de la posesión de Angela, interpretada con una convicción inquietante por Milagrosa Trujillo, presenta actuaciones sólidas, pero se ven limitadas por un guion que se aferra a tropos del género. La historia, aunque interesante en su planteamiento, se resuelve de manera apresurada y con soluciones a menudo poco creíbles. La exploración del conflicto entre fe y ciencia, aunque presente, es superficial y carece de la profundidad que se podría haber esperado de una película con un telón de fondo tan rico y significativo como el Vaticano. La película no explora realmente las implicaciones filosóficas o teológicas de la posesión demoníaca, sino que se limita a presentarla como un mero recurso narrativo. La tensión, por tanto, se disipa con demasiada facilidad, despojando al espectador de la sensación de peligro inminente.

No obstante, la actuación de Milagrosa Trujillo merece ser destacada. Logra transmitir la angustia y la confusión de Angela, la joven que se ve consumida por una fuerza maligna. Su interpretación es la que realmente le da un mínimo de credibilidad a la historia, si bien su personaje a veces parece actuar en piloto automático, obedeciendo directrices narrativas más que impulsada por una verdadera motivación interna. La relación entre el padre Grant y Angela, que se supone es el núcleo emocional de la película, se construye de manera poco convincente, careciendo de la química necesaria para generar una conexión genuina.

Nota: 5/10