Extraño intervalo (1932)

“Extraño Intervalo” (Strangers on a Train) de Alfred Hitchcock no es simplemente un thriller psicológico; es una disección meticulosa de la masculinidad, el deseo reprimido y la fragilidad de la moral en tiempos de guerra. Si bien el guion original de la novela de Patricia Highsmith es una base sólida, la adaptación de Hitchcock, y especialmente la de la versión del 2009, ofrece una experiencia cinematográfica que va mucho más allá de la simple historia de un asesino en tren. La película se establece como un estudio de personajes complejo, centrado en la dualidad de Bruno Antony, interpretado magistralmente por Jake Gyllenhaal. Su actuación es, sin duda, el corazón de la película y la razón principal por la que vale la pena verla, incluso si la trama se siente, en ocasiones, un tanto plana.

Gyllenhaal, en un papel que exige una introspección intensa y una constante lucha interna, logra capturar la ambigüedad moral de Bruno con una sutileza asombrosa. No es un villano caricaturesco, sino un hombre que se siente profundamente incomprendido y atormentado por su pasado, por las pérdidas que ha sufrido y por la incapacidad de conectar auténticamente con los demás. Su mirada, a menudo impenetrable, transmite una mezcla de vulnerabilidad y peligro, generando una tensión palpable que impregna cada escena. La dirección de Hitchcock, incluso en esta versión más moderna, es notable, utilizando planos cortos, ángulos inusuales y una banda sonora inquietante para reforzar la atmósfera de inquietud y paranoia.

El guion, aunque mantiene la esencia del relato original, introduce elementos que amplían la complejidad psicológica de los personajes. La relación de Bruno con Anna, interpretada por Rooney Mara, no es meramente una cuestión de seducción; se trata de una conexión basada en la empatía y en una comprensión tácita de los traumas de ambos. La película explora la idea de que el deseo puede ser una forma de consuelo, de escapar de la propia soledad. Sin embargo, esta conexión no evita la inevitable tragedia, y el filme plantea preguntas incómodas sobre la responsabilidad moral en situaciones extremas.

La ambientación en una época de posguerra, con sus sombras de trauma y desilusión, es fundamental para entender las motivaciones de Bruno. No se trata solo de un crimen pasional, sino de un acto de desafío contra las normas sociales y la propia consciencia. La dirección de David Fincher, aunque con una estética diferente a la de Hitchcock, conserva la esencia del suspense y la obsesión con la forma en que la verdad se desvela, revelando gradualmente las motivaciones ocultas de los personajes. El ritmo de la película es deliberadamente lento, permitiendo que la tensión se acumule paulatinamente, culminando en un clímax impactante y profundamente perturbador.

“Extraño Intervalo” es una película que te invita a reflexionar sobre la naturaleza humana, la fragilidad de la moralidad y las consecuencias de nuestras acciones. Es un thriller psicológico que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan aparecido. Una película que, a pesar de su trama aparentemente simple, ofrece una experiencia cinematográfica rica en matices y con una fuerza emocional considerable.

Nota: 8.5/10