Extraños en un tren (1951)

“Extraños en un tren” es una joya de la cine negro, una película que, a pesar de su premisa aparentemente sencilla, logra un efecto de tensión y suspense incesante que te atrapa desde el primer momento. La película, adaptada de la novela de Patricia Highsmith, no intenta ser un thriller convencional, sino que se centra en la dinámica psicológica entre sus dos protagonistas, Guy y Bruno, dos hombres cuyo encuentro casual en un tren se convierte en un juego peligroso y moralmente ambiguo.

La dirección de Alfred Hitchcock, aunque no tan visualmente impactante como algunas de sus obras maestras, es precisa y sabe construir la atmósfera de inquietud. Utiliza el espacio confinado del tren como un microcosmos donde se desarrolla la tensión y el secreto. La paleta de colores es austera, predominando el gris y el marrón, reflejando la melancolía y el aislamiento que impregnan la historia. Hitchcock juega con los planos cerrados, mostrando los rostros de los personajes y sus miradas, enfatizando el contacto visual y la comunicación silenciosa, cargada de malicia. El uso del sonido, con la niebla, el tren y la música inquietante, contribuye a la sensación de peligro inminente.

Las actuaciones son, sin duda, el punto fuerte de la película. Farley Granger ofrece una interpretación magistral de Guy, un joven con una falsa inocencia que se esconde detrás de una aparente tranquilidad. Su ambivalencia moral es palpable y genera una gran empatía en el espectador. Walker, como Bruno, es igualmente convincente. Logra transmitir una mezcla de agresividad, astucia y vulnerabilidad que lo convierten en un personaje inquietantemente fascinante. La química entre Granger y Walker es excelente, transmitiendo la tensión y el entendimiento tácito que se establece entre ellos. No se trata de un enfrentamiento físico, sino de un juego mental donde ambos se desafían constantemente.

El guion, adaptado de la novela de Highsmith, es inteligente y sutil. Evita caer en soluciones fáciles y explora las motivaciones de los personajes con profundidad. Se cuestiona la naturaleza del bien y del mal, y se muestra que, a veces, las acciones más "correctas" pueden estar teñidas de crueldad. La película no ofrece respuestas definitivas, sino que plantea preguntas sobre la justicia, la venganza y la redención. La construcción del conflicto es pausada pero efectiva, creando un ambiente de constante sospecha y anticipación. La trama, a pesar de su lógica interna, presenta algunas incongruencias, pero estas no restan valor a la atmósfera general y al suspense.

En definitiva, “Extraños en un tren” es una película que permanece en la mente mucho después de que terminan los créditos. Es un estudio psicológico inquietante sobre la naturaleza humana, la moralidad y el peligro que se esconde bajo la superficie de la normalidad. Una joya del cine negro que merece ser descubierta y revisitada.

Nota: 8/10