Eyes Wide Shut (1999)

“Eyes Wide Shut” de Stanley Kubrick es una experiencia cinematográfica inquietante, densa y profundamente perturbadora que se aferra a la mente del espectador mucho después de que los créditos finales hayan empezado a rodar. La película no es un espectáculo erótico, como algunos podrían asumir al leer el breve resumen, sino una exploración visceral y sombría de la inseguridad, el deseo reprimido y la fragilidad de la moralidad. Kubrick, como de costumbre, no nos da respuestas fáciles; más bien, nos invita a cuestionar nuestras propias fantasías y el precio que estamos dispuestos a pagar por la búsqueda del placer.

La dirección de Kubrick es impecable, creando una atmósfera de creciente tensión a través de la iluminación cuidadosamente controlada, el uso de la música (particularmente el uso de la música de Ravel) y la composición deliberadamente estática de las tomas. Hay una sensación constante de incomodidad, de que algo está a punto de suceder, y esta anticipación se manifiesta de manera particular en la actuación de Tom Cruise. Cruise, al parecer escéptico al principio de la película, ofrece una interpretación sutil y magistral como William Harford, transmitiendo con perfección su creciente confusión, la vergüenza y la desesperación. Su actuación no busca el glamour, sino la vulnerabilidad, la sensación de un hombre confrontado con sus propios demonios internos.

La película se construye con una lentitud deliberada que, a veces, puede sentirse frustrante. Sin embargo, esta lentitud es fundamental para el efecto que Kubrick pretende lograr. La película no busca una trama lineal, sino que se centra en el viaje psicológico de William Harford. El guion, adaptado de la novela de Arthur Schnitzler, es inteligente y complejo, lleno de insinuaciones y símbolos. La secuencia final, con su sorprendente giro, es un ejemplo de la audacia de Kubrick y su habilidad para subvertir las expectativas del espectador. La sexualidad no se presenta como algo natural o deseable, sino como una fuerza oscura y destructiva que puede consumir a un individuo. La película explora la idea de que las fantasías, una vez encarnadas, pueden ser más peligrosas que la realidad misma.

Las interpretaciones de la esposa de William, Nicole Kidman, y de su amigo, Alex, interpretado por Peter O’Toole, son igualmente fuertes. Kidman ofrece una interpretación contenida pero llena de matices, capturando la sensación de una mujer asombrada, aterrorizada y, en última instancia, atrapada en un mundo que no comprende. O’Toole, como siempre, irradia una presencia magnética, jugando la figura del sabio y desencantado. La dinámica entre estos dos personajes es crucial para entender el impacto que tiene la experiencia de William en su vida.

“Eyes Wide Shut” es una película que exige atención y reflexión. No es un entretenimiento ligero, sino una obra maestra que permanece en la memoria por su atmósfera única, sus interpretaciones memorables y su exploración profunda de los aspectos más oscuros de la naturaleza humana. Es, sin duda, una de las películas más enigmáticas y desafiantes de Stanley Kubrick, y una prueba más de su maestría cinematográfica.

Nota: 8/10