Factory girl (2006)

“Factory Girl”, la película de Hal Ashby, no es un retrato glamoroso y desenfadado de la Nueva York de los años 60, sino una meditación melancólica y profundamente humana sobre la tragedia de Edie Sedgwick. La película se instala con elegancia en el universo artístico y decadente de Andy Warhol, pero va más allá de una simple biografía. Ashby consigue capturar la fragilidad y la vulnerabilidad de Edie, un personaje que, a pesar de su aparente extravagancia y fama efímera, resulta terriblemente conmovedor. No se ofrece una versión idealizada de Sedgwick; en cambio, se presenta a una joven al borde del abismo, consumida por la búsqueda de la aceptación, el amor y, sobre todo, un sentido de pertenencia.

Michelle Pfeiffer, en el papel principal, ofrece una actuación magistral. No busca la grandilocuencia ni la posesión de la cámara; en su lugar, construye una Edie que es a la vez desinhibida y profundamente retraída. La sutileza de su interpretación es lo que da fuerza a la película. Observamos su evolución, desde las primeras reuniones en la Factory, donde su torpeza y nerviosismo son palpables, hasta la lenta y desesperada caída en la autodestrucción. La dirección de Ashby evita los clichés del cine glamuroso, optando por un estilo visual más intimista y documental, con planos largos y una iluminación que acentúa la atmósfera opresiva de la Factory.

El guion, adaptado de la biografía de Kitty Kelley, se centra en la relación entre Edie y Warhol, pero también explora las vidas de otros personajes secundarios: la frustración de los miembros de la Factory, la ambición de Warhol, y la desilusión de la joven Edie con sus relaciones amorosas. No se pretende juzgar a los personajes, sino mostrar las complejidades de su mundo, donde la búsqueda de la fama y la experimentación artística se entrelazan con la adicción y la desesperación. La película no glorifica las drogas ni el mundo underground, sino que las presenta como un refugio efímero y destructivo.

La ambientación, meticulosamente recreada, es uno de los puntos fuertes de la película. La Factory, con su iluminación vibrante y su caos creativo, se convierte en un personaje más, un espacio de potencialidades y de riesgo constante. La música, con sus bandas sonoras electrónicas y psicodélicas, refuerza la atmósfera de la época y contribuye a la sensación de desorientación y alienación que experimenta Edie. La película, a pesar de su tono sombrío, tiene momentos de belleza y de lirismo que recuerdan a las películas de los hermanos Coen, con su capacidad para encontrar la poesía en la tragedia.

“Factory Girl” no es un manifiesto glamuroso sobre el arte de Warhol, sino un estudio de personaje que nos recuerda la fragilidad de la vida y la búsqueda desesperada de la identidad. Es una película que permanece en la mente mucho después de que terminan los créditos, invitándonos a reflexionar sobre las consecuencias de la fama, la adicción y la falta de amor.

Nota: 7/10