Falsa seducción (1992)

“Falsa seducción” (1965), dirigida por Robert Aldrich, es una joya incómoda, un thriller psicológico que, décadas después, sigue perturbando por su inquietante análisis de la vulnerabilidad humana y la manipulación en el matrimonio. La película no se centra en un drama de suspense convencional; es una disección lenta y metódica de la fragilidad de una relación aparentemente idílica, construida sobre secretos y una creciente sensación de desconfianza.

Aldrich, maestro en el uso de la paleta de colores y el simbolismo, utiliza la exuberancia de la decoración de la casa de Michael y Karen para crear una atmósfera de opulencia que, paradójicamente, encierra una profunda atmósfera de claustrofobia. Los espacios amplios y relucientes se convierten en un escenario perfecto para la ansiedad, donde cada sombra y cada gesto parecen esconder una amenaza latente. La fotografía de Kelvin Lumpkin es notablemente hermosa, pero también extremadamente inquietante, utilizando la luz y la sombra para construir la tensión de manera sutil pero constante.

La actuación de James Stewart es, sin duda, la columna vertebral de la película. Stewart, en un papel que refleja una de las interpretaciones más complejas de su carrera, ofrece una actuación sutil y aterradora. Su Michael Carr es un hombre aparentemente seguro de sí mismo, que se refugia en la perfección de su hogar y en su esposa. Sin embargo, la sutil desorientación que gradualmente se revela en su mirada y en sus acciones, hace que el espectador se pregunte constantemente si es víctima o cómplice. Judy Garland, como Karen, ofrece una actuación igualmente poderosa, desenterrando de manera magistral la vacuidad emocional y la vulnerabilidad que subyacen a su aparente felicidad. La química entre ambos actores es palpable, pero también cargada de una tensión inconfesable.

El guion, adaptado de la novela de Henry Fielding, es brillante. Aldrich no se apresura a revelar la verdad, preferiendo sembrar dudas y contradicciones. La narrativa se construye en torno a la sospecha, la paranoia y la incapacidad de los personajes para comunicarse honestamente. La película juega con el espectador, obligándolo a cuestionar la percepción de la realidad y a dudar de la veracidad de la información que se le presenta. El uso de flashbacks, que se intercalan con la trama principal, no solo enriquecen la historia, sino que también contribuyen a la sensación de incertidumbre y a la exploración de los recuerdos reprimidos de Michael. La dirección de Aldrich evita las soluciones fáciles y los finales espectaculares, optando por una conclusión ambigua que deja al espectador con una sensación de inquietud persistente. En definitiva, "Falsa seducción" es una película que se queda contigo mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar; una obra maestra del suspense psicológico que explora las profundidades de la mente humana y la peligrosa naturaleza de la verdad y el engaño.

Nota: 8.5/10