Fan (2016)

“Fan” de Vikram Motwane es una experiencia cinematográfica inquietante y, a la larga, profundamente perturbadora. A primera vista, la premisa - un joven fanático, Gaurav, decidido a entregar un trofeo a su ídolo, el superstar indio Aryan Khanna – parece sencilla y hasta tierna. Pero la película, lejos de ser una simple oda a la idolatría, se transforma en un descenso psicológico escalofriante, explorando los límites de la obsesión y la deshumanización del objeto de veneración.

La dirección de Motwane es magistral, construyendo la atmósfera con una meticulosa atención al detalle. La película no se basa en efectos especiales grandilocuentes, sino en la sutileza de la imagen y el sonido. Las escenas en el hotel donde se hospeda Aryan Khanna, llenas de un quietismo opresivo y una atmósfera de anticipación tensa, son particularmente efectivas. La banda sonora, minimalista y evocadora, complementa perfectamente la sensación de inquietud que se desprende de la pantalla. La fotografía, a menudo desaturada y con un enfoque preciso en los rostros de los personajes, contribuye a la sensación de aislamiento y vulnerabilidad de Gaurav.

La actuación de Ruhin Khanna, como Gaurav, es absolutamente sobresaliente. Captura con una precisión inquietante la evolución del personaje, desde la fanática devota hasta un ser desquiciado consumido por la obsesión. Observamos en su rostro, en sus gestos, la lenta pero inexorable erosión de su propia identidad, su deshumanización progresiva. Ranbir Kapoor, como Aryan Khanna, ofrece una interpretación contenida y ambigua. Su personaje, un hombre famoso, atormentado por la fama y la presión de ser él mismo, se convierte en un símbolo de la fragilidad y el vacío de la vida pública. No es un ídolo heroico, sino un individuo complejo y, en última instancia, decepcionante. La relación entre Gaurav y Aryan no es de admiración, sino de un destilado de frustración, un reflejo de la incapacidad de conexión real.

El guion, escrito por Motwane y Aniruddha Raman, es la clave del éxito de la película. Evita caer en clichés y estereotipos, explorando con honestidad y profundidad los mecanismos psicológicos que sustentan la obsesión. La película no ofrece respuestas fáciles ni moralizantes. En lugar de eso, nos obliga a confrontar la oscuridad que puede albergar la admiración descontrolada. La tensión se construye gradualmente, no a través de golpes de acción, sino a través de la acumulación de pequeños detalles inquietantes y la creciente paranoia de Gaurav. El final, abrupto y ambiguo, deja al espectador con una sensación de incomodidad persistente, cuestionando la naturaleza de la fe, la fama y la identidad. La película se niega a concederle un final feliz, dejando al espectador con la certeza de que la obsesión tiene consecuencias devastadoras.

Nota: 7/10