Fantasmas del pasado (1996)

“Fantasmas del Pasado” (Ghosts of Mississippi) no es una película fácil de digerir. No se trata simplemente de una recreación histórica, sino de una exploración profunda y dolorosa del racismo, la injusticia y la búsqueda eterna de la verdad en el corazón de Mississippi. El director Kenny Lucas logra, con una sensibilidad considerable, evocar no solo los hechos específicos del asesinato de Medgar Evers, sino también el clima social opresivo que lo rodeaba, un ambiente de miedo y desconfianza que se respira en cada escena.

La película se centra en la ardua investigación de un detective, el también negro Samuel Kennedy (Robert Patrick), quien, treinta años después del asesinato, se ve presionado por su esposa, Linda (Alfre Woodard), para reabrir el caso. La narrativa se desarrolla en dos líneas temporales: el asesinato de Evers en 1963 y la investigación de Kennedy en 1993. Este recurso permite al espectador presenciar la magnitud del impacto del crimen y el lento avance de la justicia, mientras se conoce el contexto de la época a través de flashbacks impresionantes. Lucas evita la nostalgia fácil, presentando las escenas del pasado con una crudeza que refleja la realidad de la segregación y la violencia racial.

La dirección de Lucas es impecable. El uso de la luz y la sombra, los planos cerrados que transmiten la tensión y la meticulosa recreación de los ambientes sureños contribuyen a crear una atmósfera envolvente y creíble. La música, especialmente la balada interpretada por Shelby Lynne, se integra perfectamente en la narrativa, intensificando las emociones y la sensación de melancolía. Pero el verdadero corazón de la película reside en las actuaciones. Robert Patrick ofrece una interpretación matizada y conmovedora de Kennedy, un hombre atormentado por su pasado y determinado a hacer justicia. Alfre Woodard, como Linda, transmite una fuerza y una determinación silenciosas que complementan a la perfección a Patrick. La película también cuenta con interpretaciones sólidas de Sean Patrick Thomas y Delroy Lindo, que interpretan a Byron De La Beckwith y a un juez corrupto, respectivamente. Aunque la interpretación de Lindo puede sentirse un poco caricaturesca en algunos momentos, contribuye a resaltar la podredumbre moral que permeaba el sistema judicial de la época.

El guion, adaptado de la obra de Tony Tarantino, es inteligente y riguroso. Se adentra en las motivaciones de los personajes, explorando no solo el odio racial, sino también la complejidad de sus vidas. La película no simplifica la historia, sino que la presenta con toda su crudeza y ambigüedad. Sin embargo, a veces, la trama puede sentirse un poco lenta y el ritmo, irregular. En particular, la tensión generada en los juicios previos se diluye en ciertos momentos, perdiendo parte de su impacto dramático. No obstante, la película logra transmitir un mensaje poderoso sobre la persistencia de la injusticia y la importancia de nunca olvidar el pasado, incluso cuando la verdad parece perdida.

Nota: 7/10