Fat Pizza (2003)

“Fat Pizza” es, en su esencia, una película de comedia absurda que se aferra a su peculiaridad con una tenacidad admirable. Dirigida por Dante James, la película se establece en un Sídney suburbano que se siente a la vez familiar y distópico, un microcosmos de multiculturalismo y secretos bien guardados. No se trata de un drama trascendental, ni de una obra maestra cinematográfica, pero posee un encanto innegable, una energía contagiosa que la mantiene activa durante toda su duración. Lo que inmediatamente llama la atención es la figura de Bobo Gigliotti (interpretado con un carisma inquietante por Vince Fogarty), el dueño del local de pizzas, un personaje complejo y perturbador que actúa como el catalizador de una serie de eventos descontrolados. Su comportamiento, a menudo ridículo y a veces preocupantemente oscuro, se convierte en un elemento central de la comedia.

Jabba (en su debut como actor) asume el papel de Davo Dinkum, el repartidor de pizzas, y ofrece una actuación sorprendentemente convincente. Su torpeza, su ingenuidad y su propensión a meterse en líos cómicos son el corazón palpitante de la película. Jabba aporta una frescura y una espontaneidad que equilibran a la perfección el lado más oscuro de la trama. La dinámica entre Bobo y Davo es el núcleo de la comedia, y la relación entre ambos evoluciona de forma orgánica, generando momentos hilarantes y, en ocasiones, incluso conmovedores. Lin Chow Bang, interpretada por Miranda Tatzel, actúa como el contrapunto cultural y emocional, ofreciendo una perspectiva diferente sobre las tensiones familiares y los desafíos de la adaptación cultural.

El guion, aunque a veces predecible en sus estructuras cómicas, se beneficia de un estilo directo y sin adornos. James no intenta complicar la trama con demasiadas subtramas, optando por centrarse en el desarrollo de los personajes y en la creación de situaciones extravagantes. La comedia es, en su mayoría, de tipo slapstick y verbal, pero a veces se permite incursiones en un humor negro sutil. La dirección, a pesar de su enfoque en la acción y el caos, logra mantener un ritmo ágil y una atmósfera visualmente interesante, empleando juegos de cámara y montajes rápidos para amplificar el impacto de las escenas más cómicas. La banda sonora, con sus sonidos y ritmos diversos, complementa a la perfección la ambientación multicultural de la película. El uso de la cocina como espacio principal, y el olor a pizza como elemento recurrente, funciona de manera efectiva para sumergir al espectador en el ambiente peculiar de la película.

En definitiva, “Fat Pizza” es una película que no busca ser nada más que una experiencia divertida y desenfadada. No tiene la pretensión de ofrecer reflexiones profundas, pero sí logra entretener al espectador con su humor absurdo y sus personajes inolvidables. Es una comedia australiana con una identidad propia, que se atreve a explorar temas como la inmigración, la familia y el perdón, todo ello envuelto en un halo de locura y pizza.

Nota: 7/10