“Festival in Cannes” (1999) no es precisamente una joya del cine, pero resulta ser una observación mordaz y, sorprendentemente, inquietante sobre la industria cinematográfica y sus jugadores. Esta película de Paul Verhoeven no es un espectáculo visualmente grandioso; en cambio, opta por una claustrofobia incómoda, una atmósfera de sospecha y una dialéctica de seducción y traición que se mantiene a lo largo de su duración. La película se enfoca en un triángulo amoroso (y empresarial) en el prestigioso Festival de Cannes, con Alice, una actriz independiente aspirante a directora, atrapada entre el enigmático Kaz, un "agente" que promete fortunas, y el poderoso Rick, un productor que necesita desesperadamente mantener su proyecto en marcha.
Verhoeven, como suele hacer, dirige con un control preciso, creando un ambiente donde la confianza es un lujo que nadie puede permitirse. La dirección es magistral en su capacidad de sugerir más de lo que muestra, con planos que se cierran sobre los personajes, enfatizando la tensión y el deseo. La banda sonora, con piezas disonantes y melancólicas, contribuye enormemente a la sensación de inquietud. La cinematografía de Christopher von Braun es notable, utilizando la iluminación y la composición para aumentar la sensación de sombras y engaño, lo que se refleja en la trama. La puesta en escena, aunque no lujosa, se distingue por su eficiencia en transmitir el ambiente de competencia y el juego de poder.
Las actuaciones son sólidas, aunque no necesariamente memorables. Isabelle Adjani, como Alice, aporta una fragilidad contenida, atrapada entre sus ambiciones creativas y las presiones externas. La interpretación de Michael Fassbender como Kaz es, quizás, la más interesante: su personaje es un laberinto de ambigüedad, un ser que parece tanto un benefactor como un depredador. Aunque otros actores cumplen su papel, el núcleo del drama reside en las dinámicas de poder y la ambigüedad moral de sus personajes.
El guion, escrito por Verhoeven y Bart De Pauw, es, sin duda, el punto más fuerte de la película. No se dedica a las grandezas y los detalles del festival, sino que explora con precisión el mundo de las negociaciones cinematográficas, donde las apariencias engañan y las promesas son vacías. Las conversaciones son tensas y llenas de subtexto, revelando las motivaciones ocultas de cada personaje. La trama, centrada en la manipulación y el engaño, resulta fascinante, y aunque la resolución es algo abrupta, la película consigue generar una sensación de desasosiego que perdura mucho después de que terminan los créditos. La película se convierte en una metanarrativa sobre la industria, exponiendo sus mecanismos internos de control y las estrategias para obtener el poder.
En resumen, “Festival in Cannes” es una película que no gratifica con visuales espectaculares, pero compensa con una estética perturbadora y un guion inteligente que disecciona el mundo del cine y su subcultura. Es una observación agridulce sobre el amor, el poder y la ambición, un retrato amargo y realista de un mundo donde las apariencias pueden ser más engañosas que la realidad.
Nota: 7/10