Final: The Rapture (2013)

“Final: The Rapture” es una propuesta ambiciosa, un ejercicio de narración fragmentada que apunta a explorar la apocalíptica posibilidad del Rapto, pero que, en última instancia, se siente más como una colección de ideas dispersas que de una historia cohesionada. La película, dirigida por Chris Alexander, se presenta como un thriller de suspense con elementos de ciencia ficción y drama existencial, y aunque visualmente atractiva, carece de la profundidad narrativa y el impacto emocional que prometía.

La estructura de cuatro historias independientes, cada una centrada en un personaje que experimenta su propia versión del evento de Rapto, es, sin duda, la fortaleza principal de la producción. La trama de Colin en Los Ángeles, con su urgencia por escapar y la figura enigmática de Frankie, funciona con un cierto dinamismo, generando un ligero nerviosismo. Sin embargo, la caracterización de Colin resulta poco desarrollada, convirtiéndose en un vehículo para la acción más que en un personaje memorable. La historia de Masashi, el agente encubierto en Tokio, también ofrece momentos de tensión, aunque su motivación y la ambigüedad del gobierno japonés no están exploradas con suficiente detenimiento. Las historias de María y Tom, si bien más lentas, logran un toque de melancolía y reflexión, pero su impacto general se ve eclipsado por la sensación de que no se desarrollan plenamente.

En cuanto a la dirección, Alexander demuestra un dominio de la puesta en escena y la creación de atmósferas. La fotografía es impecable, utilizando la luz y la sombra para intensificar la sensación de incomodidad y desasosiego. Los paisajes, tanto urbanos como naturales, son deslumbrantes y contribuyen a la sensación de escala y desorientación. Sin embargo, la dirección se centra excesivamente en la estética a expensas de la narrativa. Hay una abundancia de planos largos y visualmente impactantes, pero pocos momentos que realmente conecten emocionalmente con el espectador.

Las actuaciones son competentes, pero no extraordinarias. James Belushi, como Colin, se ve forzado a interpretar un personaje excesivamente desesperado, mientras que Corey Hawkins ofrece una interpretación sólida como Masashi, aunque la historia no le permite profundizar en sus dilemas internos. Las interpretaciones de los actores secundarios, en su mayoría, son meramente funcionales. Uno se siente, sin embargo, particularmente decepcionado por la falta de profundidad en el papel de María, interpretada por la talentosa Rebecca Rodríguez, que se ve relegada a un rol más de observadora que de protagonista.

El guion, en general, es el punto más débil de la película. Las conexiones entre las cuatro historias son demasiado superficiales y las motivaciones de los personajes, a menudo confusas. La película plantea interesantes preguntas sobre la fe, la redención y la naturaleza del mal, pero las respuestas que ofrece son vagas y poco satisfactorias. La sensación predominante es la de un potencial inexplorado, de una historia que se quedó a medio camino.

Nota:** 6/10