Finales de Agosto, Principios de Septiembre (1999)

“Finales de Agosto, Principios de Septiembre” es una película que te atrapa desde el primer plano de la mirada de Adrien, un joven cuya enfermedad, silenciosa pero implacable, se revela como la protagonista indiscutible de una historia sobre la amistad, el duelo y la fugacidad del tiempo. La dirección de David Mach mostrarse con una sutileza casi hipnótica, optando por la observación detallada de las relaciones humanas y evitando el sentimentalismo fácil. No se busca la tragedia grandilocuente, sino la belleza desgarradora en las pequeñas cosas: un gesto, una mirada, una conversación que se convierte en el registro de un tiempo que se escapa.

La película no se centra tanto en la enfermedad de Adrien, sino en las consecuencias emocionales que genera en sus amigos. Gabriel, interpretado con una intensidad palpabile por Pablo Benicio, se convierte en el corazón palpitante de la narrativa. Su relación con Adrien es compleja, teñida de afecto, camaradería y una cierta ambivalencia que le impide reaccionar con la fuerza necesaria ante la inminente pérdida. La actuación de Benicio es magistral; su mirada refleja la confusión, la angustia, la impotencia y, finalmente, la aceptación. La química entre él y el resto del elenco es excepcional, creando un ambiente de autenticidad que hace que sus reacciones sean creíbles y conmovedoras.

El guion, adaptado de un relato de Javier Rodallegro, es lo verdaderamente destacable de la película. Evita las melodras y se sumerge en la realidad de un grupo de amigos que enfrentan una situación extrema. Las conversaciones son naturales, matizadas y reveladoras. Se exploran temas como la amistad, el miedo, la memoria y la búsqueda de sentido en un mundo donde la muerte está siempre presente. El ritmo de la película es pausado, permitiendo que los personajes se desarrollen y que el espectador se sienta parte del ambiente. No hay grandes escenas espectaculares, ni momentos de acción, pero sí una profunda reflexión sobre la vida y la muerte. La narrativa se construye a través de las emociones, más que de los hechos.

La fotografía de Pablo Hervás es otro elemento fundamental para la atmósfera de la película. Utiliza la luz y la sombra para expresar las emociones de los personajes. Los colores son apagados, lo que refuerza el tono melancólico de la historia. Los planos largos y las tomas contemplativas contribuyen a crear una sensación de intimidad y de conexión con los personajes. Se presta mucha atención al detalle, desde la decoración de las casas hasta la ropa que llevan los personajes. Todo contribuye a crear un mundo crudo y realista, sin adornos ni artificios.

“Finales de Agosto, Principios de Septiembre” no es una película fácil de ver, pero es una experiencia cinematográfica profundamente humana y conmovedora. Es una meditación sobre la amistad, el duelo y la fugacidad del tiempo. Una película que te hace pensar y que te acompañará mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Es un tributo al poder de las relaciones humanas y a la belleza que se puede encontrar en los momentos más difíciles.

Nota: 8.5/10