“Ojos de fuego” (Firestarter) no es solo otra película de terror sobrenatural; es una pieza de nostalgia, un lamento y, sorprendentemente, un relato sobre el precio de la experimentación y el trauma infantil. La película, dirigida por el aclamado el director Mark Webb, logra inyectar una fresca y cautivadora energía a una historia que, a pesar de estar basada en un relato original de Stephen King, se siente sorprendentemente moderna y visceral.
Drew Barrymore, en un papel que demanda una vulnerabilidad y una fuerza impresionantes, entrega una actuación que va más allá de su propia historia personal. La interpretación es, simplemente, inolvidable. Logra transmitir con una sutileza asombrosa el miedo, la soledad y la frustración de una niña que lleva dentro un poder que la aísla y la convierte en un objeto de estudio y, al mismo tiempo, de miedo para quienes la rodean. Barrymore no se limita a imitar a una niña asustada; realmente *es* una niña asustada, una criatura herida y protegida a la vez. Se nota el esfuerzo por conectar emocionalmente con la audiencia, y funciona a la perfección.
La dirección de Webb es magistral, creando una atmósfera constante de tensión y peligro. La película se beneficia enormemente de su estética, que recuerda a las películas de terror de los 80, pero con una paleta de colores más rica y una cuidadosa atención al detalle que le da una sensación de realismo inquietante. La fotografía, con sus juegos de luces y sombras, intensifica el miedo y la sensación de que algo terrible acecha en cada esquina. Webb no rehúye la violencia, pero la usa de forma estratégica, no para asustar por asustar, sino para comunicar el horror inherente al poder de la niña y al experimento que la originó.
El guion, aunque a veces se siente un poco apresurado en algunas de sus subtramas, presenta una reflexión interesante sobre la ética de la ciencia y las consecuencias no deseadas de la experimentación gubernamental. La película explora temas de manipulación, abuso de poder y la pérdida de la inocencia de una manera que es a la vez conmovedora y perturbadora. El ritmo es dinámico, manteniendo al espectador enganchado desde el principio hasta el final, con giros inesperados y un clímax que cumple con las expectativas, aunque no siempre llega a ser completamente innovador dentro del género. La trama, si bien con algunos puntos débiles, se beneficia de la sólida conexión emocional que se establece entre el público y la protagonista.
En definitiva, “Ojos de fuego” es un thriller de terror inteligente y emocionalmente resonante, impulsado por la interpretación magistral de Drew Barrymore y una dirección visualmente impactante. Es una película que recuerda por qué el género del terror puede ser mucho más que simple susto, ofreciendo además una valiosa, si que a veces superficial, reflexión sobre el daño que el poder, en manos equivocadas, puede causar.
Nota: 7/10