Flame and the Flesh (1954)

“Flame and the Flesh” es una película que, a pesar de sus evidentes influencias del cine gótico italiano de los años 70, no logra alcanzar la perfección que su estética visual y su atmósfera sugieren. Se trata de una historia de amor, de obsesión y de una extraña simbiosis que se desarrolla en el ambiente bohemio de Nápoles, pero que, en el fondo, se siente un tanto vacía y carente de profundidad. La película, dirigida por Jack Huston, se presenta como una exploración del deseo, la fragilidad humana y el peligro inherente a las relaciones intensas.

La puesta en escena es, sin duda, uno de sus mayores aciertos. La dirección artística es impecable, creando un ambiente rico en detalles visuales que evocan la atmósfera melancólica y decadente de películas como "Suspiria" o "Last Tango in Paris". Los colores, la iluminación, la vestimenta y los decorados contribuyen a generar una sensación de opulencia y decadencia, donde la belleza y el peligro coexisten en un juego constante. Sin embargo, esta meticulosa atención al detalle a veces parece existir únicamente por el mero gusto de ser vistosa, sin conectar realmente con la narrativa.

El reparto ofrece actuaciones sólidas, pero no siempre convincentes. Eva Green, en el papel de Madeline, irradia carisma y vulnerabilidad, logrando transmitir la confusión y el desasosiego de su personaje. Sin embargo, su interpretación a veces se siente un tanto teatral y poco natural, como si estuviera constantemente interpretando un papel en lugar de simplemente vivirlo. Robert Pattinson, como Ciccio, se encuentra en un papel menos desafiante, pero logra dar a su personaje una cierta ternura y un aire de melancolía. La química entre Green y Pattinson, crucial para el desarrollo de la trama, es, en ocasiones, discreta y a veces, simplemente inexistente.

El guion, escrito por Jack Huston y su padre, Tom Huston, es donde la película más se desmorona. La historia, aunque intrigante en su premisa inicial, carece de un desarrollo orgánico y se basa en clichés y situaciones previsibles. El ritmo es irregular, alternando momentos de tensión y claustrofobia con escenas más lentas y contemplativas que no aportan mucho a la trama. La exploración de la obsesión, la locura y el amor prohibido resulta superficial y se ve afectada por una falta de profundidad psicológica en los personajes. El final, en particular, es abrupto e insatisfactorio, dejando preguntas sin respuesta y sin un cierre lógico.

A pesar de sus fallos, “Flame and the Flesh” ofrece un espectáculo visualmente atractivo y una atmósfera innegablemente cautivadora. Pero, en última instancia, se trata de una película que se queda en la superficie, como un hermoso y llamativo cuadro que no transmite ninguna emoción real. La belleza de la imagen no puede compensar la falta de sustancia narrativa.

Nota: 6/10