“Flux Gourmet” no es, sin duda, una película para todo el mundo. Es una experiencia visceral, perturbadora y, a la vez, sorprendentemente cautivadora. Dirigida con maestría por Rodney Reid y James Wright, la película se erige como una pieza de arte experimental que se aferra a lo inquietante y a lo absurdo, desafiando las expectativas del espectador desde el primer minuto. No se trata de una historia convencional; más bien, es un ejercicio de tensión, humor negro y una reflexión sobre la búsqueda de la autenticidad en el arte y en la vida misma.
El núcleo de la película reside en el peculiar instituto de actuación culinaria de Henri, interpretado con una sutil pero inquietante presencia por Bill Skarsgård. Henri, obsesionado con la “pura gastronomía”, un concepto que va más allá de la mera comida, se encuentra en una constante batalla con sus estudiantes y, particularmente, con Jean-Pierre (Melvil Pereira), un joven chef con un pasado turbulento. La dinámica entre estos dos personajes, llena de celos, rivalidades y una extraña mezcla de fascinación y repulsión, es la columna vertebral de la película y el motor de sus momentos más memorables. Skarsgård, conocido por su interpretación de Pennywise en “It”, ofrece aquí un trabajo sutilmente escalofriante, transmitiendo la frialdad y la obsesión de Henri con una mirada glacial.
La dirección de Reid y Wright es brillante, logrando crear una atmósfera opresiva y claustrofóbica que permea cada escena. El uso de la iluminación y el sonido, elementos esenciales en la construcción de esta atmósfera, es particularmente efectivo. Los espacios reducidos, la iluminación tenue y la banda sonora minimalista contribuyen a generar una sensación constante de incomodidad y anticipación. La película juega constantemente con las expectativas del espectador, desvelando pequeñas pistas y luego torciéndolas, generando un efecto de desorientación y tensión que se mantiene hasta el final.
El guion, coescrito por los mismos directores, es el alma de la película. Si bien la premisa puede parecer simplista, el guion explora temas complejos como la autenticidad artística, la memoria, la identidad y la relación entre el arte y la experiencia humana. La trama, que se desarrolla principalmente a través de conversaciones entre los personajes, es deliberadamente lenta y fragmentada, obligando al espectador a participar activamente en la interpretación de la historia. La ambigüedad es una constante; no se ofrece ninguna respuesta fácil y las motivaciones de los personajes permanecen a menudo oscuras y contradictorias. La representación de los trastornos gastrointestinales, aunque presente, no es la atracción central de la película; en cambio, sirve como un símbolo de la disonancia y la incomodidad inherente a la búsqueda de la autenticidad.
A pesar de su lentitud y su atmósfera perturbadora, “Flux Gourmet” es una experiencia cinematográfica rica y recompensadora para aquellos que se atreven a enfrentarse a sus propios límites. No es una película que se disfrute de manera convencional, pero sí es una película que deja una huella duradera en la memoria. La actuación de Pereira es excelente, llevando la fragilidad y la vulnerabilidad de su personaje a un nuevo nivel, mientras que la química entre Skarsgård y Pereira es palpable y fundamental para el éxito del proyecto. Es una película que, como la comida que la inspira, tiene un sabor peculiar y memorable.
Nota: 7/10
