“Fly Me to the Moon” es un thriller político y de espías que, aunque presenta un planteamiento intrigante y con una ambientación histórica muy cuidada, no logra alcanzar la complejidad y la tensión que podría haber esperado. La película se sitúa en el año 1969, en el clímax de la carrera espacial y, precisamente en ese contexto de gran presión, nos presenta una situación de alto riesgo: la NASA, a pocos días del alunizaje histórico, se enfrenta a una crisis de imagen pública y a la desconfianza de la Casa Blanca. El director de lanzamiento, Cole Davis, interpretado con una dignidad y un peso considerable por parte de Jake Gyllenhaal, se ve presionado a mantener la narrativa del éxito, mientras que Kelly Jones (Michelle Pfeiffer), la brillante y audaz jefa de marketing, busca desesperadamente una forma de mejorar la percepción pública de la misión. La trama se centra en la orden de simular un alunizaje falso como respaldo, un plan que desencadena una espiral de mentiras y decisiones difíciles.
Gyllenhaal ofrece una actuación sólida, caracterizada por la calma y la determinación bajo una inmensa presión. Su interpretación es matizada, mostrando la lucha interna del personaje entre su deber y su conciencia. Michelle Pfeiffer, como siempre, brilla con luz propia. Su Kelly Jones es un personaje complejo y contradictorio: una mujer ambiciosa, inteligente y pragmática, que no tiene reparos en recurrir a la manipulación para lograr sus objetivos. Sin embargo, el guion, aunque inicialemente prometedor, peca de ser algo previsible. Se le da demasiada importancia al drama personal de los personajes, a veces a expensas de la trama principal. Se podrían haber explorado más a fondo las implicaciones políticas y sociales de la situación, profundizando en el debate sobre la verdad y la propaganda.
La dirección de Rob Lieber, aunque competente, no alcanza un estilo particularmente memorable. Se centra en la tensión narrativa, utilizando flashbacks y montaje rápido para construir el suspense, pero carece de una visión particular que la distinguiera. La fotografía, en cambio, es destacable; el uso del blanco y negro evoca la estética de las películas de espías clásicas, y las escenas del entorno espacial son visualmente impresionantes. El sonido, por su parte, contribuye a crear una atmósfera de tensión constante. La banda sonora, aunque minimalista, es efectiva para acentuar las emociones de la trama. El ritmo, sin embargo, es irregular. Algunos tramos se sienten lentos, mientras que otros se apresuran sin dar espacio al espectador para asimilar la información.
En definitiva, “Fly Me to the Moon” es una película entretenida, pero no excesivamente innovadora. Ofrece un buen escapismo para los amantes del género thriller político, pero carece de la profundidad y la originalidad necesarias para dejar una huella duradera. Se trata de un film que cumple con las expectativas de un thriller de espías, sin llegar a sobresalir por encima de la media. Un espectáculo visual agradable, pero que podría haber sido mucho más.
Nota: 6/10