Following (1999)

Christopher Nolan, a pesar de su ascenso como un nombre reconocido por su visión estilística distintiva, demostró su maestría como narrador de historias personales en 'Following' (1998), una pequeña joya que se atreve a desafiar las convenciones del thriller psicológico. La película no busca los grandiosos despliegues de acción o el melodrama convencional; en cambio, se centra en la obsesión, la vulnerabilidad y el seductor poder de la observación en la ciudad. La historia de Bill (Jake Gyllenhaal), un joven en busca de inspiración, se teje con una precisión inquietante, construyendo una atmósfera de creciente tensión y paranoia.

La dirección de Nolan es, incluso en esta ópera prima, notablemente precisa y atmosférica. La cámara, que es casi un personaje más, se desliza sin descanso por las calles empedradas de Londres, capturando la multiplicidad de rostros y la desolación de la vida urbana. Nolan emplea la cámara subjetiva, utilizando el lente de la cámara de Bill para sumergirnos completamente en su perspectiva, creando una sensación de inmersión casi tangible. Esta técnica no es simplemente un recurso estilístico; es la columna vertebral de la narrativa, permitiéndonos experimentar la soledad y la incomprensión de Bill, así como su creciente fascinación por los individuos que sigue.

Jake Gyllenhaal, en un papel que consumió gran parte de su tiempo libre, ofrece una interpretación absolutamente cautivadora. Su actuación es cruda y vulnerable, transmitiendo la desesperación y la búsqueda de algo que define a Bill. No es un héroe tradicional, sino un individuo frágil y atormentado, cuya mirada es a la vez curiosa y temerosa. La química que establece con los actores que aparece y desaparece en su vida, como Martin Donovan y Lorraine Bruce, es fundamental para el desarrollo de la trama y para la creación de la atmósfera palpable.

El guion, adaptado de un relato de Breckinridge Collins, es sutil y deliberadamente ambiguo. La película no ofrece explicaciones fáciles ni resoluciones definitivas. En cambio, se centra en la construcción de un mundo propio, donde las reglas son diferentes y las consecuencias son inciertas. La historia se desarrolla de forma fragmentada, presentando eventos en orden cronológico aleatorio, lo que obliga al espectador a reconstruir la narrativa y a interpretar la motivación de los personajes. El final, abierto e inquietante, es deliberadamente insatisfactorio, dejando al público con más preguntas que respuestas. Es precisamente esta ambigüedad la que confiere a ‘Following’ su perdurable resonancia.

‘Following’ es una película que, a pesar de su bajo presupuesto y su estética minimalista, ha dejado una huella imborrable en el cine independiente. Nolan no busca complacer al público con un thriller convencional; en cambio, nos ofrece una experiencia cinematográfica desafiante y profundamente personal, que invita a la reflexión sobre la naturaleza de la obsesión, la identidad y la búsqueda de significado en un mundo caótico y a menudo desorientador. Es una película que, a pesar de su aparente sencillez, esconde una complejidad intelectual y emocional que la eleva por encima de la mayoría de sus contemporáneos.

Nota: 8/10