Foodfight! (2012)

“Foodfight!” es, sin duda alguna, una anomalía en el panorama cinematográfico. La película, cuyo desarrollo fue un extraño relato de excesiva ambición y posterior censura, es una experiencia cinematográfica… peculiar, para decirlo suavemente. El hecho de que, en 2012, aún no haya tenido una distribución comercial oficial, es una clara señal de que el proyecto es, al menos en su forma original, radicalmente diferente a lo que podría ser considerado entretenimiento convencional para niños. La película, ambientada en un supermercado en plena noche, parece una mezcla desordenada de ideas, personajes y referencias a todo tipo de cultura pop, creando una atmósfera que oscila entre lo absurdo y lo desconcertante.

La dirección de Brian Spitz es, en el mejor de los casos, experimental. Se percibe una intención de crear un mundo visualmente rico y saturado, repleto de personajes extravagantes y situaciones improbables. Sin embargo, esa abundancia visual no se traduce en una narrativa coherente. La fotografía, aunque con momentos de luminosidad impactante, a veces parece intimidante por su propia complejidad, contribuyendo a la sensación de estar observando una construcción artificial, una máquina de ensueño que opera sin un propósito claro. Spitz claramente quería evocar el espíritu de los cortometrajes animados de Rankin/Bass, pero la ejecución carece de la gracia, el ritmo y la conexión emocional que caracterizan a esa escuela de animación.

Las actuaciones, a pesar de contar con la presencia de figuras como Charlie Sheen y Eva Longoria, son, en gran medida, intrascendentes. Sheen aporta una energía descarada, pero su papel es tan breve y carente de profundidad que su presencia solo sirve para subrayar la escala ambiciosa (y finalmente fallida) del proyecto. Longoria, por su parte, aparece en un cameo que, aunque visualmente agradable, no añade valor narrativo. Los actores de doblaje, que completan el elenco, también parecen estar trabajando con materiales no muy pulidos, lo que impacta negativamente en la credibilidad de los personajes.

El guion es, sin duda, el aspecto más problemático de "Foodfight!". Carece de una estructura narrativa sólida y presenta diálogos que, en su mayoría, son torpes y poco convincentes. La trama, que busca justificar las extravagancias visuales, es confusa y se pierde en subplots innecesarias. La película se aferra a clichés de la cultura pop y a referencias a películas clásicas, pero sin ofrecer una reinterpretación original ni un valor añadido. El intento de combinar comedia, aventura y crítica social resulta desastroso, creando una experiencia que es más frustrante que divertida.

En definitiva, "Foodfight!” es una película que se recuerda más por su historia de censura que por su calidad cinematográfica. Es un experimento fallido que ilustra los peligros de la ambición descontrolada y la falta de atención al detalle. No es una obra maestra, ni siquiera una curiosidad interesante. Es, simplemente, una película que deja una impresión de confusión y decepción.

Nota: 3/10