Footrot Flats: El cuento del perro (1986)

“Footrot Flats: El cuento del perro” no es simplemente una película; es una experiencia, una inmersión profunda en el peculiar universo creado por Murray Ball. Este adaptado cinematográfico, dirigido por Lee Taylor, logra, sorprendentemente, capturar la esencia misma de la tira cómica local más querida de Nueva Zelanda, transformando un relato aparentemente simple sobre perros, amor y la vida rural en algo que resuena con una nostalgia melancólica y una aguda observación del carácter humano.

La película se centra en los personajes icónicos de la tira, y la dirección de Taylor se enfoca en mostrar sus idiosincrasias y complejidades. Wal Footrot, interpretado con una vulnerabilidad encantadora por Guy Deadman, es el punto de partida. Su torpeza, su deseo de afecto y su incapacidad para conectar verdaderamente con los demás lo convierten en un protagonista entrañable, aunque a menudo frustrante. Deadman ofrece una interpretación que va más allá de la simple caricatura, logrando transmitir la angustia subyacente de un hombre atrapado en un ciclo de rechazo y anhelo. Su relación con Cheeky Hobson, personificada por Phoebe Morgan, es el corazón emocional de la película, una danza compleja de atracción, desconfianza y la búsqueda desesperada de conexión.

Pero la película va más allá de los romances individuales. La trama, que abarca desde la búsqueda del ciervo premiado hasta el partido de rugby del sábado, está tejida con una maestría que refleja la naturaleza episódica y las intrincadas interacciones sociales de la tira original. Taylor no se limita a contar la historia; la *muestra*, creando una sensación de tiempo real y de vida cotidiana en el pequeño pueblo de Raupo. La película se toma su tiempo, permitiendo que la historia se desarrolle orgánicamente, permitiendo que los personajes interactúen y que la atmósfera se filtre en la audiencia. El guion, aunque adaptado de la tira cómica, no se limita a replicarla, sino que expande algunos aspectos y agrega profundidad a las motivaciones de los personajes. Las secuencias de acción, especialmente la persecución del ciervo, son dinámicas y visualmente convincentes, sin recurrir a excesos de efectos especiales, lo que contribuye a la autenticidad de la película.

La banda sonora, que mezcla country-rock con sonidos ambientales, complementa perfectamente el tono melancólico y contemplativo de la película. La fotografía, con sus colores terrosos y su enfoque en la belleza agreste de la campiña neozelandesa, refuerza la sensación de estar inmerso en un lugar real y tangible. El elenco de acompañantes es excepcional, con actuaciones memorables de Rhys Darby como el excéntrico entrenador de rugby, y Temuera Morrison aportando una presencia imponente como el implacable jefe de la estación. Sin embargo, a veces la película se detiene demasiado en las conversaciones, lo que puede ralentizar el ritmo de la historia. Aun así, la película logra transmitir el espíritu único de “Footrot Flats”, un relato lleno de humor, melancolía y una aguda comprensión de la condición humana.

Nota: 7/10