“Foxcatcher” (2011), dirigida por Bennett Miller, no es un thriller deportivo convencional. Es una disección psicológica, una radiografía de la ambición, el aislamiento y las consecuencias devastadoras de la búsqueda del éxito a cualquier precio. La película, basada en hechos reales, se centra en la relación tóxica entre John du Pont, un millonario excéntrico y marginado, y Mark Schultz, un luchador olímpico en la cúspide de su carrera. Miller, con su habitual precisión narrativa, construye una atmósfera densa y perturbadora, donde la belleza y el lujo de la mansión de du Pont contrastan brutalmente con la fragilidad y la creciente desesperación de sus habitantes.
La dirección de Miller es magistral en su uso del espacio y la luz. Las vastas extensiones de la propiedad de du Pont, casi desoladoras en su magnificencia, reflejan la soledad y el vacío emocional de los personajes. La película se caracteriza por largos planos secuencia que, lejos de resultar monótonos, acentúan la incomodidad y la tensión. El ritmo deliberadamente lento, sin explosiones dramáticas fáciles, permite que la angustia y la incomodidad se acumulen gradualmente, convirtiendo la experiencia cinematográfica en una inmersión profunda en la mente de los personajes.
Chadwick Boseman ofrece una actuación demoledora como Mark Schultz. Su interpretación es sutil pero visceral, mostrando la ambición, la vulnerabilidad y la creciente desorientación del personaje. La transformación de Schultz, de atleta exitoso a hombre consumido por la obsesión y la paranoia, es una de las mayores fortalezas de la película. También es fundamental la actuación de Mark Ruffalo, que interpreta a John du Pont con una complejidad asombrosa. Ruffalo logra comunicar la inestabilidad mental y el oculto tormento del personaje, evitando caer en estereotipos. La actuación de Ruffalo es, en ocasiones, profundamente perturbadora y nos obliga a cuestionar nuestra propia percepción de la normalidad.
El guion, adaptado de un libro de David Thompson, es excepcionalmente fuerte. La película no se centra en la competición en sí, sino en la dinámica interpersonal entre los personajes. Explora con agudeza las motivaciones ocultas de du Pont, su necesidad de ser visto como un benefactor y su incapacidad para conectar con la realidad. El guion no ofrece explicaciones fáciles, dejando que el espectador se haga su propia conclusión sobre la naturaleza de du Pont. La película es, en esencia, un retrato de la obsesión y las consecuencias de las decisiones tomadas en soledad. La ambientación en el entorno de los años 80, aunque no es el foco principal, añade una capa adicional de complejidad a la narrativa, reflejando una época marcada por el auge del materialismo y la desregulación social.
“Foxcatcher” es una película que exige atención y reflexión. No es un entretenimiento ligero, sino una experiencia cinematográfica intensa y perturbadora que permanece en la mente mucho tiempo después de haberla visto. Es una obra maestra de la dirección, las actuaciones y el guion, una película que explora la oscuridad humana con una precisión y un rigor innegables.
Nota: 9/10