Franky Banderas (2004)

“Franky Banderas” no es precisamente un hito cinematográfico, pero si nos aventuramos a considerarla como un ejercicio de humor absurdo y una particular exploración de las relaciones familiares, podemos encontrar un pequeño entretenimiento en sus irregularidades. La película, dirigida con un delicado descaro por Franky Banderas, se construye sobre una premisa rocambolesca: un actor en paro transformado en payaso “Lechuguete”, que se ve envuelto en un proyecto musical para un niño prodigio llamado Arkángel, con la inesperada ayuda de su propio hijo, un ex-cura con una obsesión singular por fusionar el flamenco y el canto gregoriano.

La película se distingue, en primer lugar, por su dirección. Banderas, además de protagonista, asume un papel creativo que se siente auténticamente suyo. La puesta en escena es, a veces, torpida, pero esa misma torpeza se convierte en una herramienta de comedia que funciona mejor de lo que podría haber sido una dirección más pulida. Hay una sensación de improvisación, de que la película está creciendo de forma orgánica, lo cual le da un aire particular. No es un film que busca la perfección visual; su encanto reside en su propensión a lo extraño y lo descabellado. El uso del color, a veces vibrante, a veces opaco, contribuye a la atmósfera particular de la historia.

Las actuaciones son, en su mayoría, sólidas. Franky Banderas, evidentemente cómodo en su papel, aporta una energía contagiosa y un humor que oscila entre lo infantil y lo grotesco. Su hijo, que interpreta al ex-cura, ofrece una interpretación particularmente destacada, logrando equilibrar la locura de su personaje con momentos de profunda melancolía. El resto del reparto, aunque con menor tiempo en pantalla, cumplen con el papel que les corresponde, entregando interpretaciones honestas y sin pretensiones.

El guion es, quizás, el punto débil de la película. Si bien la premisa es original, la trama se complica en exceso, llegando a algunos puntos absurdos que, en lugar de generar risa, generan confusión. Algunos diálogos son torpes y poco convincentes, y la resolución de la historia se siente un tanto apresurada. Sin embargo, la película, a pesar de sus fallos, logra mantener el interés del espectador gracias a su espíritu libre y su capacidad para generar situaciones inesperadas. La exploración de las dinámicas familiares es, en última instancia, más importante que la trama en sí misma, y la película lo consigue con modestos resultados.

En definitiva, “Franky Banderas” no es un clásico, ni tampoco una obra maestra. Es un film peculiar, un proyecto ambicioso pero a veces frustrante, que se beneficia de la dirección innovadora de su protagonista y de las buenas interpretaciones de sus actores. Se trata de una película que, en lugar de buscar la aprobación universal, busca ser diferente y, en ese sentido, logra su objetivo. Es una experiencia cinematográfica curiosa, que merece ser vista por aquellos que buscan algo fuera de lo común.

Nota: 6/10