“Free Fire” (2017), dirigida por Martin Campbell, no es una obra maestra del cine de acción, pero sí logra construir un thriller criminal intenso y visceral que se siente inmediatamente como un regreso a las raíces del género. La película, ambientada en el crudo invierno de Boston en 1978, se centra en el inesperado y escalofriante desarrollo de un simple trato de armas que se convierte en una masacre brutal. Campbell, conocido por su maestría en el manejo de la acción, demuestra una vez más que sabe cómo crear tensión y cómo el impacto visual puede ser tan poderoso como la violencia explícita. Sin embargo, a diferencia de sus películas de espías, esta entrega se centra en un micro universo de criminales, y eso resulta en una experiencia más claustrofóbica y perturbadora.
La dirección de Campbell es impecable. La película está llena de planos cerrados, encuadres reveladores y movimientos de cámara que se sincronizan perfectamente con la música enérgica de Van Halen y Pino Palladino, elementos cruciales para crear la atmósfera de frenesi y peligro inminente. La película evita excesos de cámara lenta y utiliza la velocidad para amplificar la sensación de caos y desesperación. La puesta en escena es extremadamente cuidada; el almacén abandonado, el frío penetrante, los trajes de época, todo contribuye a sumergir al espectador en el contexto de la década de los 70. Campbell utiliza el entorno para crear un espacio de encierro, aumentando la sensación de amenaza y controlabilidad para los personajes.
El reparto, encabezado por Bruce Willis como el taciturno y calculador criminal Nick Conklin, ofrece actuaciones sólidas. Willis, en un papel que parece diseñado específicamente para él, interpreta a un hombre de pocas palabras, pero con una presencia imponente y una mirada que transmite frialdad y determinación. Sin embargo, es vital resaltar la actuación de Shannon Peet como el teniente del FBI, Archie Dixon, un personaje divertido y un poco excéntrico, que aporta un contrapunto cómico a la oscuridad de la trama. El personaje de Peet se beneficia de un guion que le permite aligerar el tono, sin restar importancia al peligro constante.
El guion, escrito por Karl Urban y Matthew Barry, es donde la película muestra sus debilidades. Si bien la premisa es sólida y el desarrollo de la tensión es efectivo, el guion recurre a algunos clichés del género y, en ocasiones, a diálogos forzados. No obstante, el guion es capaz de mantener al espectador enganchado gracias a su ritmo implacable y a la constante sensación de que cualquier momento podría ser el último. La película evita la necesidad de explicaciones elaboradas, permitiendo que la acción y el suspense hablen por sí mismos. La trama se centra en el "cómo" más que en el "por qué", una elección deliberada que refuerza la atmósfera de locura y violencia.
A pesar de sus fallos, "Free Fire" es una película de acción visceral y estimulante que merece la pena ver. Campbell logra crear una experiencia cinematográfica intensa y memorable, y el reparto ofrece actuaciones convincentes. Es un homenaje a las películas de acción clásicas, con un toque moderno y un ritmo frenético. Es una película que te atrapa desde el principio y que no te soltará hasta el final.
Nota: 7.5/10