Fruto Dorado (1940)

“Fruto Dorado” (Golden Harvest) es un western moderno que, aunque no llega a la altura de los clásicos del género, ofrece una observación interesante y a veces oscura sobre la ambición, el amor y las consecuencias imprevistas de perseguir el sueño americano. La película, dirigida por Joe Begos, no busca reinventar la rueda, sino más bien explorar una dinámica familiar y social en un entorno rural y desolado que recuerda a las películas de Sam Peckinpah, pero con un toque más contemporáneo y, en ocasiones, inquietante.

La historia, centrada en dos amigos – los interpretados con una química sorprendente por Jake Matthews y Caleb Landry Jones – que se embarcan en un proyecto para extraer petróleo en Oklahoma, se desarrolla con un ritmo deliberado, casi hipnótico. La dirección de Begos es precisa, centrada en los personajes y en la atmósfera. Se nota un gusto por la cinematografía naturalista, con planos largos y una estética que prioriza la textura y la luz natural, lo que contribuye a la sensación de autenticidad del lugar y de la historia. Sin embargo, a veces esta lentitud puede ser un punto débil, ya que la película tarda en enganchar al espectador y en mostrar las tensiones entre los personajes.

Las actuaciones son sobresalientes. Matthews y Landry Jones logran transmitir la ambición, la frustración y la desconfianza que sienten sus personajes. Ambos actúan con una credibilidad impresionante, mostrando la evolución de sus relaciones y de sus motivaciones. La interpretación de la mujer, interpretada por Molly Parker, es sólida y aporta un contrapunto emocional a la trama. Parker no se limita a ser un simple objeto de deseo, sino que es un personaje con sus propias ambiciones y secretos, lo que añade profundidad a la historia.

El guion, aunque no destaca por su originalidad, posee algunas escenas memorables. La escritura es directa y funcional, evitando la retórica y centrándose en la acción y el diálogo. La película aborda temas como la corrupción, la desigualdad social y la devastación del medio ambiente, pero lo hace de una manera sutil y realista, sin caer en sermones moralizantes. La tensión se construye gradualmente, alimentada por los celos, las mentiras y los secretos, hasta llegar a un clímax sorprendente que obliga al espectador a reevaluar lo que ha visto.

En definitiva, “Fruto Dorado” es un western que, aunque no es una obra maestra, ofrece una experiencia cinematográfica gratificante. Es una película que invita a la reflexión sobre las consecuencias de nuestras decisiones y sobre la fragilidad de los sueños. Se trata de una historia con personajes complejos y con un final agridulce que permanecerá en la memoria del espectador. Es un esfuerzo digno que demuestra el talento de su director y de sus actores.

Nota: 7/10