Fuego verde (1954)

“Fuego verde” (1954), dirigida por John Ford, es una película que, a pesar de su aparente simplicidad y la evidente influencia de Hollywood en su trama, se erige como una fascinante y subestimada pieza del cine de aventuras clásicos. No es una obra maestra en términos de originalidad, pero sí un ejercicio elegante de dirección y una palpable atmósfera de tensión que, paradójicamente, se alimenta más de la sugestión que de la acción explícita. Ford, un maestro en la construcción de atmósferas, consigue de inmediato transportar al espectador a la selva colombiana, un entorno que se siente brutalmente real y amenazante.

La película se centra en la relación entre Rian Mitchell (interpretado con una elegancia natural y un aire de sofisticado peligro por Stewart Granger) y Catherine (Grace Kelly, en una de sus interpretaciones más sutiles y reservadas). La química entre ambos, lejos de ser explosiva como podría sugerir el título, es delicada y se basa en una admiración mutua, casi un respeto por la inteligencia y la fuerza de Catherine. Kelly ofrece una interpretación magistral en la que la fragilidad y el coraje se entrelazan, creando una protagonista compleja y admirable. Su personaje no es una damisela en apuros; es una mujer con convicciones, que lucha por proteger su tierra y su legado. Granger, por su parte, aporta la calma y la determinación necesarias para el personaje de Mitchell, aunque su personaje en esencia es un arquetipo del aventurero, sin profundizar demasiado en su motivación.

El guion, escrito por Dudley Nichols, es particularmente fuerte. Evita los clichés del género de aventuras y se centra en la tensión interpersonal y el conflicto moral. La amenaza de la inundación no es simplemente un catalizador para la acción, sino que sirve para exponer las diferentes visiones del mundo de Mitchell y Catherine. El dilema que enfrentan es, en esencia, el choque entre la ambición personal y el deber social, la codicia y la responsabilidad. La escritura, además, es económica y efectiva, utilizando el silencio y la sugestión para crear una atmósfera de creciente desesperación. Ford utiliza magistralmente la fotografía de Jack Cardiff, con la luz verde esmeralda del bosque contrastando con los tonos grises y sombríos de la tormenta, creando imágenes visualmente impactantes y memorables.

En cuanto a la dirección, Ford construye un ritmo pausado pero implacable. La tormenta no se describe, se *muestra*, y a través de la puesta en escena y la fotografía, el espectador siente el peso de la naturaleza y la inminente catástrofe. El film se beneficia enormemente del vasto paisaje colombiano, que se siente como un personaje más en la historia. “Fuego verde” no es un espectáculo de acción; es una meditación sobre la naturaleza, la ambición y la responsabilidad, y la fragilidad de la vida frente a la fuerza implacable de la naturaleza. Es, en definitiva, una película que permanece en la memoria por su atmósfera, sus personajes y su elegancia visual.

Nota: 7.5/10