“Fuerza 10 de Navarone” es una película de intriga, acción y un toque de melancolía que, a pesar de su paso en el tiempo, conserva una frescura y un peso emocional sorprendentes. Dirigida por John Guillermin, la película no es simplemente una recreación de la audaz operación de la isla griega, sino una exploración del trauma bélico y las consecuencias psicológicas que persiguen a aquellos que han participado en actos de brutalidad. La película se aparta del típico cine de guerra estadounidense, optando por un enfoque más sombrío y con mayor énfasis en el desarrollo de sus personajes, lo que la convierte en una experiencia cinematográfica más compleja y resonante.
La dirección de Guillermin es metódica y elegante. Observamos un uso magistral de la fotografía en blanco y negro, creando atmósferas opresivas y llenas de tensión. La isla de Navarone no es solo un telón de fondo; se convierte en un personaje más, con su terreno accidentado y su clima implacable. El director logra plasmar la inmensidad del desafío que enfrentan los hombres, tanto física como mentalmente. La película evita la glorificación de la guerra, mostrándola como una pesadilla de la que es difícil escapar. No se trata de héroes invencibles, sino de hombres atormentados por sus acciones, atrapados en un ciclo de violencia.
Las actuaciones son, en general, sobresalientes. Sean Connery, como Mallory, ofrece una interpretación sutil y cautivadora de un hombre consumido por el remordimiento. Su papel no es el de un líder implacable, sino el de un hombre que lucha contra sus propios demonios. Frank Sinatra, en el papel de Miller, aporta un aire de cansancio y resignación que complementa a la perfección la complejidad del personaje. No es un héroe tradicional, sino un hombre desilusionado y marcado por la guerra. La química entre Connery y Sinatra es palpable y se convierte en uno de los pilares de la película. Otros actores secundarios, como Michael Caine y James Franciscus, también ofrecen interpretaciones sólidas y contribuyen a la credibilidad de la historia.
El guion, adaptado de la novela de David Knight, se centra en el impacto psicológico de la misión en los hombres. La película se adentra en la mente de los protagonistas, explorando sus miedos, sus recuerdos y sus conflictos internos. La secuencia en la que deben volver a la isla para recuperar el telegráfico es, sin duda, uno de los momentos más intensos y memorables de la película. Se ha criticado a veces la lentitud del ritmo en algunos puntos, pero esta deliberada lentitud sirve para intensificar el dramatismo y permitir una mayor inmersión en la psicología de los personajes. La película explora la idea de que algunos actos son tan terribles que pueden perseguir a un hombre hasta la tumba, y que la redención es un ideal casi inalcanzable.
Nota: 8/10