Fuerza bruta: Castigo (2024)

“Fuerza bruta: Castigo” no solo entrega la dosis de acción frenética que nos ha acostumbrado la franqucia ‘The Roundup’, sino que también se atreve a profundizar en las consecuencias morales y la complejidad de la lucha contra el crimen organizado. Lee Jong-seok, en su tercer papel como Ma Seok-do, regresa con una determinación implacable, demostrando una vez más por qué es uno de los detectives más icónicos del cine coreano. La película se centra en la tensión creciente entre Corea y Filipinas, un choque de culturas y sistemas donde los límites entre la justicia y la venganza se desdibujan. Ma se enfrenta a un enemigo que no se limita a las apuestas ilegales; es un operador despiadado, Baek Chang-gi, cuyo imperio se ha construido sobre el terror y la violencia.

La dirección de Yeon Sang-ho mantiene el ritmo vertiginoso que caracteriza a la saga. Las escenas de persecución son coreografiadas con una precisión asombrosa, elevando la acción a un nivel casi acrobático. Sin embargo, lo que realmente destaca es la forma en que la película equilibra la violencia con momentos de genuina reflexión sobre el impacto que la criminalidad tiene en las vidas de las personas. No se trata de glorificar la violencia, sino de mostrar su brutalidad y sus efectos devastadores. La película sabe cómo crear tensión a través del suspense y la anticipación, preparando al espectador para los momentos más explosivos. El uso del color, particularmente el contraste entre el gris opresivo de las calles filipinas y los tonos más cálidos de la Corea del detective Ma, refuerza esta dualidad.

Las actuaciones son excepcionales. Kim Moo-yeol, como el temible Baek Chang-gi, ofrece una interpretación contundente y aterradora, dotando al villano de una ambición y una frialdad que lo hacen excepcionalmente amenazante. La dinámica entre Ma y su equipo – interpretado por un sólido reparto que incluye a Park Soo-joon y Choi Woo-sung – está muy bien construida, y los actores logran transmitir la frustración, el ingenio y la desesperación de un grupo de detectives que se ve obligado a luchar contra un enemigo implacable. La relación entre Ma y su socio, especialmente el desarrollo de su comprensión mutua, añade una capa de profundidad emocional a la narrativa.

El guion, aunque mantiene la esencia de las entregas anteriores, demuestra cierta evolución. Se aventuran más en explorar las motivaciones de los personajes y en mostrar las implicaciones políticas y económicas detrás de la red de apuestas ilegales. La trama se complica con la introducción de elementos como la corrupción policial y el tráfico internacional de drogas, lo que le añade un interés adicional a la historia. No obstante, a veces se siente un poco apresurada, buscando sacrificar cierto desarrollo de personajes en favor de mantener el ritmo trepidante. La conclusión, aunque satisfactoria, podría haber sido un poco más elaborada.

Nota: 8/10