Furia (1936)

“Furia” (Fury), el debut americano del maestro alemán Fritz Lang, es una película que se mantiene en la mente mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Más allá de ser simplemente una historia de venganza visceral, se presenta como una meditación sobre la brutalidad de la supervivencia y la erosión moral que el aislamiento y la violencia generan en el alma. El resultado es una experiencia cinematográfica impactante, aunque no exenta de ciertas inconsistencias inherentes a la época.

Lang, un director conocido por su maestría en el montaje y su control absoluto de la imagen, demuestra una notable habilidad para crear una atmósfera de tensión palpable desde el principio. La locación, un pueblo americano inhóspito y desolado, se convierte en un personaje más, un reflejo del desolador estado emocional de Joe Wilson, interpretado con una intensidad casi inhumana por Burgess Meredith. Meredith no se limita a interpretar al protagonista; se sumerge en el papel con una mirada penetrante y una actuación física que transmite la desesperación y la determinación a partes iguales. La película se vale de este virtuosismo interpretativo, sin caer en clichés melodramáticos, ofreciendo un retrato crudo de un hombre al borde del abismo.

El guion, adaptado de la novela de Joseph Henry Lehman, es una de las debilidades más notables de la película. Si bien la premisa es atractiva y la ambientación efectiva, la narrativa a veces se siente un tanto apresurada y carente de profundidad. Los personajes secundarios son, en general, unidimensionales y sirven principalmente como catalizadores de la acción. Sin embargo, Lang, como es su costumbre, compensa estas carencias con una puesta en escena impecable. Los planos son precisos, las composiciones evocadoras, y el uso de la cámara lenta y los primeros planos intensifica la sensación de peligro y vulnerabilidad que impregna la película.

La dirección de Lang brilla con fuerza en las secuencias de violencia, que son filmadas con una crudeza y un realismo inquietantes. No se busca la glorificación de la venganza, sino que se muestra de forma visceral el dolor y la desesperación que generan los actos de violencia. El incendio de la cárcel, en particular, es una secuencia memorable que transmite la brutalidad de la situación y la fragilidad de la vida. La película también debe ser reconocida por su innovador uso del sonido, que refuerza el impacto visual y crea una atmósfera opresiva.

“Furia” no es una obra maestra innegable, pero sí un hito importante en la filmografía de Fritz Lang y un estudio interesante sobre la naturaleza humana en condiciones extremas. Es un testimonio de la capacidad de Lang para crear una experiencia cinematográfica potente e inquietante, incluso con limitaciones técnicas y una narrativa a veces desigual. Un experimento audaz para la época y, hoy, una película que sigue provocando reflexión.

Nota: 7/10