Gabriel (2007)

“Gabriel” es una experiencia cinematográfica que, en su ambición y diseño visual, logra generar una atmósfera inquietante y, a la vez, contemplativa. La película, dirigida por Adrián García Hinojosa, no se conforma con una narrativa lineal o un desarrollo de personajes tradicional; en cambio, se sumerge en un mundo de niebla y sombras donde la narrativa se construye a través de imágenes y simbolismos, resultando en una película que exige al espectador que la vaya interpretando activamente. No es una película fácil, pero esa dificultad, en este caso, se justifica por la intensidad emocional y la belleza visual que ofrece.

El argumento, centrado en un arcángel desterrado a un purgatorio, se explora a través de un Gabriel (Pablo Molinaro) atormentado por su pasado y su deber de restaurar la luz a una ciudad sumida en la desesperación. La premisa es interesante y la película se beneficia enormemente de la banda sonora, compuesta por Benicia, que crea una sensación constante de melancolía y tensión. La dirección de arte y la fotografía, firmada por Fernando León Gómez, son, sin duda, el punto fuerte de la película. El uso de la luz y la sombra es magistral, creando paisajes oníricos y perturbadores que complementan la narrativa. La paleta de colores, predominando el gris y el azul oscuro, refuerza la atmósfera de desesperación y decadencia del lugar. No obstante, el guion, aunque conceptualmente sólido, a veces se siente algo lento y desordenado. Hay momentos en los que la falta de claridad en la exposición de ciertos elementos dificulta la comprensión de la historia y la motivación de los personajes.

Pablo Molinaro ofrece una actuación particularmente conmovedora como Gabriel. Su interpretación transmite un profundo sentimiento de arrepentimiento y soledad, y la capacidad de comunicar el peso de su responsabilidad es notable. El resto del elenco cumple diligentemente con sus papeles, aunque su desarrollo, en algunos casos, se ve limitado por la propia naturaleza abstracta de la historia. Sin embargo, la actuación de la actriz que interpreta a la guía de Gabriel, Elías Granados, es crucial para la comprensión del personaje, aportando una sensibilidad y una comunicación sutiles que complementan la compleja interpretación de Molinaro. La dirección de diálogo es, en general, efectiva, aunque a veces la voz en off, utilizada para explicar fragmentos del pasado del arcángel, puede sentirse un tanto redundante y poco natural en el contexto de la narrativa visual.

“Gabriel” no es una película para todos los gustos. Requiere paciencia, atención y una mente abierta dispuesta a dejarse llevar por sus imágenes y sus símbolos. No es una película que ofrezca respuestas fáciles ni soluciones concretas. Más bien, es una reflexión sobre la redención, la pérdida y la esperanza, envuelta en una atmósfera oscura y evocadora. El final, abierto a la interpretación, es particularmente impactante y deja al espectador con preguntas que perduran mucho después de que los créditos finales hayan comenzado a rodar. Es una experiencia cinematográfica valiosa para aquellos que disfrutan de películas visualmente impactantes y con un mensaje profundo, aunque no necesariamente para quienes buscan una narrativa tradicional y lineal. A pesar de sus ocasionales tropiezos, “Gabriel” es un intento ambicioso y, en última instancia, satisfactorio.

Nota: 7/10