Gaia (2021)

“Gaia” es una película que se aferra a la idea de un misterio orgánico, una atmósfera densa y un silencio casi palpable, aunque a veces se debate si la ambigüedad es una fortaleza o una debilidad. Dirigida por Uri Caray, la película se presenta como una pequeña joya de terror psicológico, menos preocupada por el jump scare tradicional y más por evocar una sensación constante de inquietud y desasosiego en el espectador. El bosque, interpretado con una belleza inquietante por parte del equipo de fotografía, se convierte en un personaje en sí mismo, un observador silencioso y, posiblemente, el verdadero antagonista.

La historia, en su núcleo, es sencilla: una agente forestal, interpretada con una frialdad calculada por la actriz principal, interrumpe la existencia aparentemente utópica de un padre e hijo. Este último, un hombre con una profunda conexión con la naturaleza que se manifiesta en una forma casi religiosa, ha creado un mundo propio, aislado del resto de la humanidad. La química entre los actores, especialmente la entre el padre y el hijo, es uno de los puntos fuertes de la película. La interpretación del padre, con su sabiduría contenida y su mirada contemplativa, es particularmente conmovedora. Sin embargo, la agente forestal, aunque bien interpretada, carece de la misma profundidad emocional y su motivaciones, a pesar de ser el catalizador del conflicto, no son del todo claras.

El guion, firmado por Caray y David Elam, no rehuge las convenciones del género, pero tampoco las explora en profundidad. La estructura es lineal y el ritmo, deliberadamente pausado, otorga tiempo al desarrollo de la relación entre los personajes y a la creación del ambiente. A pesar de esto, hay momentos en los que la narrativa se vuelve un poco lenta y predecible. Las "explicaciones" sobre la naturaleza del vínculo del padre con el bosque, aunque visualmente impactantes, son un tanto superficiales y no profundizan lo suficiente en el simbolismo y las implicaciones de la situación. El horror no reside en la violencia explícita, sino en la insinuación de lo desconocido, en el temor a lo que acecha tras la cortina de verdor. El diseño de sonido, con el uso magistral del silencio intermitido y los sonidos naturales amplificados, contribuye enormemente a esta atmósfera opresiva.

La dirección de Caray es precisa y controlada. Se centra en la puesta en escena, en los primeros planos que enfatizan la mirada de los personajes, en la iluminación que juega con las sombras y el contraste, creando un ambiente constantemente amenazante. La película se beneficia de un uso inteligente del color, predominando los tonos verdes y marrones, que evocan la naturaleza, la tierra y la decadencia. La fotografía, como se ha mencionado, es excepcional y aporta una gran riqueza visual a la narrativa. "Gaia" no es una película para todo el mundo; requiere paciencia y una predisposición a la contemplación. Sin embargo, para aquellos que buscan una experiencia de terror atmosférico que explore la relación entre el hombre y la naturaleza, con un fuerte componente de misterio y simbolismo, es una película que merece la pena descubrir.

Nota: 7/10