“Garfield en la vida real” no es precisamente la joya de la corona de la franquicia felina, ni tampoco la comedia animada más reflexiva que he visto en años. Sin embargo, es un ejercicio notablemente entretenido y, sorprendentemente, a veces conmovedor. La película se burla con ganas del statu quo de la vida de Garfield, relegado a una existencia confortable de crema de cacahuete, siestas y la crítica constante de Odie, y plantea una pregunta interesante: ¿Qué pasa cuando se introduce en el mundo real, un mundo con sus propios desafíos y dinámicas sociales? La premisa, aunque sencilla, funciona sorprendentemente bien como catalizador para una serie de situaciones absurdas y visualmente estimulantes.
La dirección de Mark Dindal (conocido por su trabajo en “Chicken Little”) es competente y, en general, logra mantener un ritmo ágil. La película emplea un estilo visual animado y vibrante, casi psicodélico a veces, que complementa a la perfección el tono caótico y las situaciones a veces fuera de lo común que se presentan. El uso del color es particularmente llamativo, particularmente en las escenas que se centran en la "realidad alternativa" que Garfield descubre, un mundo poblado por perros deportivos y chihuahuas agresivos, que se distingue claramente del mundo "civilizado" en el que vive. El movimiento de cámara es dinámico y se utiliza de forma creativa para enfatizar la locura de los eventos.
El elenco de voces es sólido. Bill Murray continúa con su interpretación magistral de Garfield, aportando su característico sarcasmo y humor seco. Chris Farrel como Odie ofrece un contrapunto cómico perfecto, mientras que las voces de Seth MacFarlane y Alfred Molina (como Jon Arbuckle) son apropiadas y convincentes. Pero es la incorporación de nuevos personajes, especialmente los perros, los que realmente elevan el nivel de la película. Estos personajes, aunque caricaturescos, se construyen con suficiente profundidad para que no se sientan simplemente elementos de relleno. Su motivación, aunque derivada del deseo de imponer su “orden” en el mundo de Garfield, añade una capa de complejidad y, paradójicamente, genera cierta empatía por ellos.
El guion, adaptado de una historia corta de Brian Doyle-Wylde, es el punto más débil de la película. A pesar de su premisa interesante, a veces se siente forzado y las situaciones se derivan un tanto fácilmente. Algunas subtramas se diluyen y la película recurre a clichés de la comedia animada. Sin embargo, el ritmo rápido y el humor inteligente ayudan a compensar estas deficiencias. La idea central, que explora la búsqueda de la aceptación y el significado en la vida, se presenta de forma subyacente, ofreciendo un mensaje positivo sobre la importancia de la amistad y la individualidad. La película no pretende ser profunda, y lo hace con éxito: es una comedia ligera y entretenida que, en última instancia, busca divertir al público.
Nota:** 6.5/10