“Generación Éxtasis” no es un drama conmovedor ni una sátira mordaz; es, en esencia, una fotografía hiperrealista y ligeramente inquietante de la alienación contemporánea. El director, Gaspar Noé, no ofrece respuestas fáciles, sino que nos sumerge en la desconexión de cinco personajes que encuentran su única conexión en la búsqueda de un escape fugaz a través del fin de semana. La película, a la larga, se centra en la incapacidad de estos individuos para conectar verdaderamente, para encontrar significado en sus vidas más allá de la necesidad compulsiva de la gratificación inmediata.
El guion, adaptado de la novela de Miguel Ángel Vicuña, es una pieza de magistral disección psicológica. Noé se olvida de los clichés y nos presenta una narrativa lineal aparentemente simple que, al observarla con detenimiento, revela la complejidad de sus personajes. La constante alternancia entre planos largos y primeros planos intensos, tanto en la cámara subjetiva de Jip como en la de Noé, contribuye a crear una sensación de claustrofobia y a sumir al espectador en la mente de los protagonistas. El ritmo, deliberadamente lento y contemplativo, obliga al espectador a participar activamente en la reflexión, a examinar sus propias ansiedades y deseos.
Las actuaciones son, en su mayoría, sobresalientes. Alejandro Ahumada como Jip encarna perfectamente la inseguridad y la desesperación de un hombre que anhela la aprobación, pero que le cuesta articularlo. Su actuación, cargada de matices sutiles, evita la melodrama y se centra en la vulnerabilidad. Lila Spenser como Lulu transmite, a su vez, una profunda frustración y una sensación de desapego. El dinámico Kai Hafner como Koop aporta un aire de cinismo controlado que contrasta con la inestabilidad emocional de Lulu. Moff, interpretado por Matteo Bocelli, es un personaje profundamente perturbador, un símbolo del vacío existencial. Su obsesión por la euforia es palpable, y Bocelli logra transmitir su desesperación con una mirada fría y calculadora.
Sin embargo, la película no está exenta de críticas. La representación de la sexualidad, aunque no explícita, puede resultar excesivamente gráfica y, en ocasiones, desconcertante. Algunos espectadores podrían encontrar el ritmo lento y la falta de una trama convencional un obstáculo para la inmersión. Noé, deliberadamente, evita proporcionar una justificación narrativa para las acciones de los personajes, dejando al espectador con la incomodidad de la incertidumbre. No obstante, esta es precisamente la fuerza de la película: nos obliga a confrontar nuestras propias ambivalencias y a cuestionar los valores que consideramos importantes.
A pesar de sus potenciales fallos, “Generación Éxtasis” es un trabajo ambicioso y provocador que plantea preguntas inquietantes sobre el amor, el deseo y el propósito en la vida moderna. Es una película que permanece en la mente mucho después de que termina, invitando a la reflexión y a la introspección. No es un espectáculo fácil de ver, pero sí es una experiencia cinematográfica memorable.
Nota: 8/10