Generación robada (2002)

“Generación robada” no es solo una película, es un grito desgarrador. La película de Madeleine Trollope, a pesar de su modestos medios técnicos, consigue, con una narrativa poderosa y actuaciones cautivadoras, abordar un tema histórico fundamental, la política de asimilación forzada de los aborígenes australianos durante el siglo XX. La película se centra en Molly, una joven aborigen que, junto a su hermana y su prima, se rebela contra la institución “Temenos”, un lugar de reeducación que, en realidad, es un terreno de despojo cultural y violencia psicológica. El guion, aunque simple en su planteamiento, se sirve de un ritmo implacable que mantiene al espectador en vilo, alternando momentos de tensión palpable con escenas de quietud que subrayan el dolor y la pérdida.

La dirección de Trollope demuestra una sensibilidad notable al retratar la vida dentro de Temenos. El diseño de producción, aunque quizás no lujoso, es fundamental para crear una atmósfera de opresión y aislamiento. La arquitectura fría y desoladora del lugar, la uniformidad de las prendas, la falta de elementos culturales aborígenes, todo contribuye a la sensación de que los niños están siendo despojados de su identidad. Pero el verdadero poder reside en la forma en que se exploran los traumas individuales de los personajes. Cada niño, cada niña, lucha por aferrarse a recuerdos fragmentados de su vida anterior, de su familia, de su tierra. El film no se centra en grandes batallas o escapes espectaculares, sino en los pequeños actos de resistencia, en la búsqueda de la conexión, en la necesidad de preservar la memoria.

Las actuaciones son, en general, sobresalientes. Deborah Perkin, como Molly, ofrece una interpretación que transmite con honestidad y vulnerabilidad la angustia de una niña que pierde su hogar y su identidad. Su evolución a lo largo de la película es conmovedora. Los jóvenes actores que interpretan a las hermanas y a la prima también brillan, aportando una autenticidad que facilita la conexión emocional con sus personajes. En particular, la química entre los tres jóvenes es genuina y añade profundidad a la dinámica familiar. También merece destacarse la presencia de Jack Davis como el hermano mayor de Molly, un personaje que aporta un contrapunto a la desesperación general y sirve como un recordatorio de la importancia de la solidaridad.

Sin embargo, la película no está exenta de algunos matices. En ocasiones, la narrativa puede resultar un tanto simplista, y algunos diálogos podrían beneficiarse de una mayor elaboración. Además, aunque la película aborda un tema crucial, podría haber explorado más a fondo las raíces políticas y económicas de la política de asimilación, centrándose, quizás, más en las motivaciones de los responsables de Temenos. No obstante, estas son críticas menores, que no empañan el impacto emocional de la película y su capacidad para visibilizar una historia silenciada. “Generación robada” es, en última instancia, una película que te obliga a reflexionar sobre la importancia de la memoria, la identidad y el derecho a la autodeterminación. Es una obra necesaria y, a mi parecer, un hito en el cine australiano.

Nota: 8/10