Gente de Sunset Boulevard (1992)

“Gente de Sunset Boulevard” es una joya melancólica y atormentada que, a pesar de su relativa oscuridad, merece un lugar de honor en el canon de la comedia negra. Billy Wilder, un maestro en la disección de la superficialidad y el fracaso, nos ofrece una película que es a la vez divertida y profundamente triste, explorando con astucia la obsesión por el pasado y la dolorosa fugacidad del estrellato. La película no es solo una comedia; es un estudio de personajes, un retrato de una época y una reflexión sobre el precio de la fama.

La dirección de Wilder es impecable, como siempre. Observamos cómo la cámara, a menudo lenta y observadora, se adhiere a los personajes, registrando sus micro-expresiones, sus movimientos torpes y, sobre todo, su inmenso aislamiento. Wilder, a través de la fotografía en blanco y negro, construye una atmósfera densa y opresiva, reflejando el estado emocional de los protagonistas. La película se mueve con una elegancia inquietante, utilizando flashbacks y secuencias oníricas que revelan gradualmente la verdad detrás de la fachada de glamour de Hollywood. Las secuencias del presente, con su ambientación desordenada y llena de elementos de la vida cotidiana, contrastan brutalmente con la memoria idealizada del pasado, acentuando la sensación de pérdida y nostalgia.

La película cuenta con dos actuaciones magistrales. William Holden, en el papel de Joe Gillis, el viejo guionista, entrega una interpretación cargada de vulnerabilidad y desesperación. Holden logra transmitir, con una sutileza impresionante, la melancolía de un hombre consumido por el remordimiento y el alcohol. Su Joe es un personaje trágico, atrapado en una red de decepciones y auto-engaño. Al frente, Gretchen Weiser (Ingrid Bergman) es, sin duda, el corazón de la película. Bergman ofrece una interpretación hipnótica y absolutamente convincente. Su personaje es una fuerza de la naturaleza, un espíritu salvaje y atormentado que lucha por aferrarse a los últimos vestigios de su antigua gloria. La dinámica entre Holden y Bergman es la columna vertebral de la película, una tensión palpable que se construye lentamente a lo largo de la narrativa. Su relación, una mezcla de deseo, exasperación y compasión, es el motor de la historia y la fuente de la mayor parte de la emoción.

El guion, adaptado de una obra teatral de Wilder, es una obra maestra de la ironía y el humor negro. La película no se toma a sí misma, ni a Hollywood, ni a sus personajes. Wilder utiliza el humor para desmitificar la idea del estrellato, mostrando la vacuidad y la superficialidad que se esconden detrás del brillo. La trama es ingeniosa y, a su vez, conmovedora. Las conversaciones, a menudo ácidas y llenas de sarcasmo, revelan la psicología de los personajes y la desesperación que sienten por la inminente pérdida de su identidad. El guion no es lineal; juega con el tiempo y la memoria, lo que añade complejidad y profundidad a la narrativa. La forma en que la película explora la dificultad de la verdad y la forma en que la memoria puede distorsionar la realidad es particularmente brillante.

En definitiva, “Gente de Sunset Boulevard” es una película inolvidable, un estudio psicológico brillante y una elegía conmovedora al sueño americano corrompido. Wilder, con su impecable dirección y su guion inteligente, nos ofrece una experiencia cinematográfica única y profundamente satisfactoria. Es una película que te sigue pensando mucho después de que terminan los créditos.

Nota: 9/10