Ghoulies (1985)

“Ghoulies” es una película que, a posteriori, se lee como un extraño y peculiar testimonio del cine de terror de serie B de finales de los 80. Más que una obra maestra del género, es una explosión de efectos especiales, humor torpe y una atmósfera general de caos controlado que, curiosamente, resulta ser bastante entretenida. Inicialmente, la película se considera un plagio descarado de “Gremlins”, y aunque esa acusación tiene cierta validez, la película se distingue por su enfoque más visceral y la exuberancia de sus criaturas.

La dirección de Richard Stanley es peculiar, casi frenética. Se nota su deseo de sobrecargar la pantalla con acción y detalles visuales, aunque a veces eso se traduce en un ritmo irregular y escenas que carecen de un enfoque claro. Stanley, por lo que he podido investigar, fue un director complicado, y esta película parece ser un reflejo de su estilo poco convencional. La película se siente como si la cámara no parara de moverse, constantemente explorando cada rincón de la mansión y la casa de campo circundante, lo que genera un sentido de urgencia constante y, en parte, contribuye al ambiente general de pánico. No obstante, la dirección, aunque caótica, funciona en el contexto de la película; es una demostración de la ambición creativa de Stanley.

El reparto, liderado por el relativamente desconocido David Naughton, es competente, aunque los personajes son, en su mayoría, planos y estereotipados. Naughton ofrece una actuación sólida como Jonathan Graves, un joven torpe y arrogante que se ve envuelto en una situación que escapa a su control. Las actuaciones secundarias son más memorables, principalmente debido a la energía desbordante de los actores que interpretan a los Ghoulies. Sus movimientos, coreografiados con una precisión sorprendente para el efecto, y sus efectos especiales (muy por delante de sus propios tiempos) son el alma de la película y lo que la ha mantenido en la memoria del público durante décadas.

El guion, por supuesto, es lo más débil de la película. Es simple, predecible y carente de profundidad. El conflicto central, la invocación de los Ghoulies y la posterior lucha por la supervivencia, es arquetípico del género de terror. No obstante, la película compensa esta carencia con su ejecución visual y su capacidad para generar momentos de humor negro y tensión. Las situaciones absurdas y las reacciones exageradas de los personajes contribuyen a crear un ambiente cómico, a pesar de la seriedad de la amenaza. La idea de un ritual de sacrificio para liberar a Satanás, aunque kitsch, proporciona un marco narrativo suficiente para mantener la atención del espectador, incluso si el desarrollo de la historia es limitado.

En definitiva, "Ghoulies" es una película que no busca ser inteligente ni sofisticada. Es un entretenimiento puro y directo, una dosis de terror con toques de comedia que, a pesar de sus defectos, ha resistido el paso del tiempo. Su valor radica en su espíritu de época, en sus efectos especiales innovadores para la época y en su capacidad para evocar la nostalgia de aquellos que crecieron en los años 80. Nota: 6/10