Girl Play (2004)

“Girl Play” es una de esas películas que, en el fondo, te deja con más preguntas que respuestas, y con una incomodidad placentera. No es una obra maestra cinematográfica en el sentido tradicional, pero sí un ejercicio de observación psicológica que explora las complejidades de la atracción, el deseo y la identidad, especialmente en el contexto de las relaciones entre mujeres. La película, dirigida con una mirada discreta y precisa por Andrew Haigh (conocido por "Weekend"), no busca espectáculos grandiosos ni explosiones dramáticas, sino que se centra en la sutileza de los gestos, las miradas y los silencios.

El guion, adaptado de una obra de teatro, es inteligente en su simplicidad. La premisa, la de dos mujeres, Robin y Lacie, interpretando a dos lesbianas en una producción teatral, parece predecible. Sin embargo, Haigh desmantela esa superficialidad a través de un diálogo natural y lleno de matices. Las conversaciones entre las protagonistas son realistas, reflejando las dudas, las inseguridades y las expectativas que las acompañan. No hay grandes monólogos ni discursos elevados; la tensión se construye a través de la observación de los personajes y de sus interacciones, creando una atmósfera cargada de anticipación y malestar. El guion evita caer en clichés sobre las relaciones lésbicas, presentándolas como son: complejas, a veces contradictorias y llenas de ambigüedad.

La dirección de Haigh es magistral en su capacidad para crear intimidad visual. La cámara se adentra en los espacios íntimos de las protagonistas, capturando sus reacciones, sus expresiones faciales y sus miradas. La película se beneficia enormemente de la fotografía de Jasper Wolf, que utiliza colores apagados y sombras suaves para enfatizar la atmósfera melancólica y la sensación de encierro. No se busca un estilo visual llamativo, sino uno que sirva para comunicar la vulnerabilidad de los personajes y la intensidad de sus emociones. Lo más importante es que, a pesar del uso de la cámara, el enfoque siempre está en el desarrollo de la relación entre Robin y Lacie.

Las actuaciones de las protagonistas, Carrie Ronan y Greta Scolaro, son excepcionales. Ronan, como Robin, transmite una fragilidad conmovedora, una sensación de estar atrapada en su propia vida. Scolaro, por su parte, ofrece una interpretación de Lacie que es a la vez desafiante e inocente. La química entre ambas actrices es palpable, y logran generar una conexión auténtica que te hace creer en la evolución de su relación. La sutileza de sus interpretaciones es clave para el éxito de la película, ya que dependen más de la transmisión de emociones sutiles que de expresiones dramáticas.

“Girl Play” no ofrece soluciones fáciles ni respuestas definitivas. Es una película que te invita a reflexionar sobre la naturaleza del deseo, la búsqueda de la identidad y la dificultad de conectar con los demás. Su belleza reside en su ambigüedad, en su capacidad para dejar al espectador con la sensación de que, a veces, las preguntas son más importantes que las respuestas. Una película que, a pesar de su temática delicada, se presenta con una sensibilidad y un realismo que la convierten en una experiencia cinematográfica inolvidable.

Nota: 8/10