Giro al infierno (1997)

“Giro al infierno” (Devil’s Pass) es, sin duda, una de esas películas que te dejan con más preguntas que respuestas, y eso, en cierto modo, le suma un valor intrínseco. La dirección de Andrew Nesbitt, por un lado, consigue crear una atmósfera de palpable inquietud desde los primeros minutos. El desierto de Arizona, con su inmensidad y su belleza austera, se convierte en un personaje más de la historia, un escenario perfecto para la sensación de aislamiento y peligro latente. Nesbitt no se esconde tras efectos especiales llamativos; la tensión se construye a través de la puesta en escena, la iluminación sombría y, sobre todo, la dirección de mirada, que logra transmitir la desconfianza y el temor que experimenta el protagonista, Bobby Cooper, interpretado con una vulnerabilidad convincente por Michael Ironside. La película se sumerge rápidamente en un ambiente de sospecha, donde nada es lo que parece y las relaciones entre los personajes son tan retorcidas como el propio paisaje.

Ironside, que ya es un veterano del género, ofrece una actuación magistral. Su Bobby Cooper no es un héroe convencido, sino un hombre roto, marcado por sus traumas. La expresión facial, el lenguaje corporal, todo transmite una mezcla de desesperación y determinación. Sin embargo, el verdadero acierto reside en su capacidad para mantener al espectador en vilo, sugiriendo más de lo que revela. La química entre Ironside y la joven Jessica Allen, quien interpreta a la intrigante Sarah, es fundamental para el desarrollo de la trama. Allen, a pesar de tener menos protagonismo, imprime una fuerza innegable a su personaje, proyectando una ambigüedad que desafía las expectativas. La película, en cierto modo, juega con la dualidad de las actuaciones, presentando a los personajes como posibles víctimas o depredadores, lo que genera una incertidumbre constante. El contraste entre la madurez y la inexperiencia de los personajes contribuye a la complejidad de la historia.

El guion, aunque lento en algunos momentos, está bien construido y carece de clichés del género thriller. La película se basa en un diálogo minimalista y en la sugerencia, dejando al espectador el trabajo de interpretar las intenciones de cada personaje. El ritmo pausado, sin embargo, podría resultar tedioso para algunos espectadores. La trama no ofrece explicaciones definitivas, prefiriendo dejarse en el aire la naturaleza de la "posibilidad" que experimentan los personajes. Esta ambigüedad, lejos de ser una debilidad, es un punto fuerte, ya que permite múltiples interpretaciones y abre el debate sobre la moralidad, la locura y la naturaleza humana. La película explora temas oscuros como la culpa, el trauma y la fragilidad de la mente, planteando preguntas filosóficas sobre la libertad y el destino. Es una película que te obliga a reflexionar y a cuestionar la realidad percibida.

A pesar de su lentitud y su falta de respuestas definitivas, "Giro al infierno" es una película inquietante y original, que se aleja de las convenciones del thriller y que ofrece una experiencia cinematográfica memorable. La combinación de una dirección eficaz, actuaciones sólidas y un guion intrigante la convierten en una joya oculta que merece la pena descubrir. No es una película para todos, pero para aquellos que aprecien el suspense psicológico y la ambigüedad, "Giro al infierno" es una experiencia gratificante.

Nota: 7/10