Golfo de Vizcaya (1985)

“Golfo de Vizcaya” no es un thriller convencional, ni un melodrama fácil. Es un estudio sutil y profundamente inquietante sobre el peso del pasado, la soledad y la dificultad de reconstruir una vida después de años de exilio. La película, dirigida con maestría por Jon Amurriauz, logra crear una atmósfera opresiva y melancólica que envuelve al espectador desde sus primeros minutos, no con sobresaltos, sino con una lentitud deliberada que se convierte en su principal fortaleza.

La película se centra en Lucas, interpretado magistralmente por Xabier Apraiz. Su personaje, un periodista marcado por un pasado oscuro, regresa a Bilbao para intentar reestablecer su vida, pero la ciudad, y sus recuerdos, parecen querer ahogarlo. Apraiz transmite con una profundidad innegable el cansancio, la desesperanza y la vulnerabilidad de Lucas, un hombre que ha intentado enterrar su dolor pero que se ve obligado a enfrentarlo una vez más. La complejidad del personaje radica en su incapacidad para conectar verdaderamente con los demás, alimentada por un miedo profundo a ser herido de nuevo.

La relación entre Lucas y Olatz (darain Álvarez) es el núcleo emocional de la película. Esta diferencia de edad y vivencias crea una dinámica de dependencia y necesidad mutua que es, a la vez, fascinante y perturbadora. Álvarez ofrece una interpretación sólida, representando a una mujer fuerte pero también vulnerable, atrapada en una situación que no eligió. El desarrollo de esta relación se construye con una sutileza que permite al espectador sentir la tensión y la incomodidad que emanan de sus interacciones. No hay grandes declaraciones de amor; la conexión se establece a través de miradas, silencios y gestos que sugieren mucho más de lo que se dice.

En cuanto al guion, es donde “Golfo de Vizcaya” realmente brilla. La escritura es precisa, evitando la sobreexposición y centrándose en la construcción del ambiente y el desarrollo psicológico de los personajes. El uso del diálogo es natural y realista, y las escenas de acción, aunque escasas, están coreografiadas con una eficiencia que aumenta el impacto dramático. La dirección artística contribuye a crear un espacio visualmente evocador, con planos amplios que capturan la inmensidad del paisaje vizcaíno y la soledad del protagonista. La fotografía de José Luis Merino, con sus tonos grises y azulados, refuerza la atmósfera sombría de la película, mientras que la banda sonora, discreta pero efectiva, acentúa la tensión y el sentimiento de desolación.

Sin embargo, la película no está exenta de algunas debilidades. La trama, aunque intrigante, podría haberse beneficiado de un ritmo más dinámico en algunos momentos. Además, el misterio central de la película, aunque bien planteado, no se resuelve de manera completamente satisfactoria para el espectador. Aun así, estas pequeñas imperfecciones no disminuyen la fuerza emocional y el impacto general de la película.

Nota: 7.5/10