‘Gosford Park’ no es un thriller convencional, ni siquiera un drama social. Es, ante todo, una exquisita disección psicológica, un estudio de personajes meticulosamente construido y una demostración maestra del arte de la dirección. Robert Altman, conocido por su estilo fragmentado y su capacidad para reunir talentos diversos, entrega aquí una película que desafía las expectativas y recompensa la paciencia del espectador con una experiencia cinematográfica inigualable.
La película se centra en Sir William McCordle y su invitado, el detective privado Henry Watson, quien ha sido contratado para investigar un posible asesinato que amenaza con socavar la reputación de la familia McCordle. La trama, aunque aparentemente sencilla, es un pretexto para explorar las complejas relaciones entre los invitados a la mansión, cada uno con sus propios secretos, ambiciones y prejuicios. Altman no se conforma con pintar un cuadro generalizado; lo que verdaderamente nos interesa son los individuos, sus motivaciones y las capas de hipocresía que disfrazan sus vidas en la alta sociedad de la Inglaterra de los años treinta.
La dirección de Altman es, sin duda, el elemento más destacable de la película. La narrativa no se presenta de forma lineal, sino a través de múltiples perspectivas y saltos temporales. Esta técnica, a veces deliberadamente confusa, refleja la naturaleza subjetiva de la memoria y la dificultad de comprender la verdad completa. Los planos son largos y detallados, permitiendo que el espectador absorba cada aspecto del entorno y de los personajes. La iluminación, con un uso magistral del contraste, añade profundidad y dramatismo a las escenas. Altman nos invita a participar en la búsqueda de la verdad, a cuestionar cada observación y a dudar de la sinceridad de cada personaje.
El elenco es, en su mayoría, excepcional. Donald Sutherland, como Sir William, ofrece una actuación sutil y enigmática, transmitiendo una mezcla de autoridad, vulnerabilidad y una profunda melancolía. Helen Hunt, en el papel de Lady Sylvia, interpreta con gran sensibilidad la incomodidad y la desesperación de una mujer atrapada en una vida de convenciones sociales. Mark Rylance, como el detective Watson, aporta un toque de pragmatismo y perspicacia que contrasta con la ostentación y la frivolidad de los demás personajes. Especialmente digna de mención es la actuación de Jim Broadbent, cuya interpretación del mayordomo John Pike es una joya de la comedia negra y la humanidad.
El guion, adaptado de la novela de Julian Fellowes, es brillante. Permite una exploración completa de las clases sociales y los valores de la época, sin caer en clichés ni simplificaciones. Las conversaciones, a menudo largas y aparentemente triviales, revelan una gran cantidad de información sobre los personajes y sus motivaciones. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que invita al espectador a reflexionar sobre la naturaleza del poder, la moralidad y la identidad.
Nota: 9/10