Green Book (2018)

“Green Book” no es la película que muchos esperaban, ni siquiera la que anticipaban sus creadores. Llevaba un potencial enorme, una premisa fascinante sobre la improbable amistad entre un chófer italoamericano duro de mazilla y un pianista negro de clase alta durante la Jim Crow era del Sur, pero la película, en última instancia, se desvanece en la sentimentalidad fácil y, por momentos, en un romanticismo excesivo.

La dirección de Peter Farrelly es competente, construyendo una atmósfera tangible del Sur de Estados Unidos de los años 60, con un énfasis en la brutalidad del racismo y la segregación. Sin embargo, el ritmo es irregular, alternando entre momentos de tensión y humor de forma desigual, y algunas escenas, especialmente aquellas centradas en las reacciones de los personajes a las situaciones más extremas, se alargan innecesariamente, restando dinamismo a la narración.

Viggo Mortensen ofrece una interpretación firme y contundente como Tony Lip, el chofer, transmitiendo su temperamento y su falta de educación con un realismo convincente. Mortensen logra evocar la crudeza y el pragmatismo de un hombre del Bronx, aunque la actuación, en ocasiones, cae en un tropo caricaturesco. El contraste con la actuación de Mahershala Ali como Don Shirley es, sin duda, el punto culminante de la película. Ali, como siempre, es magistral, entregando una interpretación sutil, inteligente y profundamente conmovedora. Su Don Shirley es un hombre complejo, un genio musical atormentado por el prejuicio y la soledad, pero a la vez con una humanidad admirable. La química entre Mortensen y Ali es genuina, y sus interacciones, a menudo incómodas pero siempre significativas, son el corazón de la película.

El guion, escrito por Farrelly, Eric Roth y Ivan Reid, presenta problemas de desarrollo. Si bien la premisa es sólida, el guion se basa en simplificaciones y clichés. La exploración de las complejidades de la identidad racial, las dificultades económicas y las presiones sociales, aunque presentes, no se profundizan lo suficiente. Se recurre a momentos de humor, a menudo forzados, para suavizar el impacto del racismo, y se intenta crear una narrativa maniquea entre “el bueno” (Tony) y “el malo” (la sociedad segregacionista). Aunque las situaciones vividas son impactantes, las motivaciones de los personajes secundarios, a menudo se presentan de forma superficial, limitando la dimensión dramática del conflicto.

A pesar de sus fallos, “Green Book” es una película que, sin duda, provoca reflexión. La dificultad que enfrentan los personajes para conectar a pesar de sus diferencias, el choque entre las expectativas sociales y las aspiraciones personales, y la posibilidad de encontrar la humanidad en los lugares más inesperados, son temas que, a pesar de la sentimentalidad, son dignos de consideración. No es una obra maestra, pero sí un entretenimiento con momentos de brillantez y una interpretación destacada de Mahershala Ali.

Nota: 7/10