‘Greenberg’ (2010) es una película que, a primera vista, podría parecer una simple comedia de situación. Sin embargo, bajo esa aparente ligereza, se esconde una obra magistralmente construida por Noah Baumbach, quien también se encargó de escribir el guion. Esta película no busca el gag repentino ni la risa fácil; en cambio, se sumerge en la angustia y la desorientación de un hombre en un punto crítico de su vida, ofreciendo una mirada íntima y profundamente humana sobre la soledad, la incomunicación y la búsqueda de significado.
Ben Stiller, usualmente conocido por su comedia más accesible, realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera en el papel de Roger Greenberg. Stiller entrega un personaje complejo, vulnerable y tremendamente inestable. Greenberg es un hombre atrapado en una serie de decisiones fallidas, que se debate entre el trabajo, una relación sentimental fracasada y una constante sensación de no pertenecer a ningún lugar. Su comportamiento errático, sus ataques de nervios y su dificultad para conectar con los demás no son simplemente cómicos, sino que transmiten un dolor palpable. La película se vale de sus momentos de incomodidad – las conversaciones interrumpidas, las miradas vacías, las expresiones desconectadas – para subrayar la profunda soledad de Greenberg, incluso cuando está rodeado de personas.
Pero la película no se centra únicamente en Stiller. María Bello, como la ayudante de su hermano, Florence, aporta una elegancia y una complejidad sorprendentes a su personaje. Florence es una aspirante a cantante con sueños rotos y una personalidad que oscila entre la rebeldía y la inseguridad. Su relación con Greenberg es, en sí misma, un microcosmos de las dificultades para establecer conexiones significativas. La química entre Stiller y Bello es excelente, pero no se basa en la atracción romántica, sino en una comprensión mutua de la soledad y la vulnerabilidad.
La dirección de Baumbach es precisa y sutil. No recurre a la exageración ni a los clichés de la comedia. El uso de la cámara, la banda sonora minimalista y el ritmo pausado contribuyen a crear una atmósfera de inquietud y melancolía. El apartamento de Greenberg se convierte en un reflejo de su mente: caótico, desordenado, pero también lleno de pequeños detalles que sugieren una historia personal rica y compleja. Baumbach logra transmitir la sensación de que estamos observando un personaje en un estado permanente de crisis, sin juzgarlo ni intentar resolverlo.
El guion de Baumbach es brillante. Las conversaciones son reales, a veces incómodas, y reveladoras. La película evita las explicaciones fáciles y se centra en el proceso de comunicación, o la falta de él. No se trata de que Greenberg y Florence se entiendan al final, sino de que ambos se dan cuenta de que son incapaces de llenar el vacío que sienten en sus vidas. La película culmina en una escena final, sencilla y profundamente conmovedora, que encapsula el mensaje central de la historia: la búsqueda de la conexión humana es un viaje largo y difícil, y a veces, es suficiente con saber que no estás solo.
Nota: 8.5/10