“Gretel & Hansel: Un oscuro cuento de hadas” no es una simple re-imaginación de los clásicos cuentos infantiles. Es una deconstrucción, un espejo retorcido que refleja la brutalidad, el trauma y la supervivencia en un mundo donde la bondad es una rara virtud. La película de Tony McNamara, lejos de optar por la dulzura y la fantasía, se adentra en la oscuridad del alma humana y ofrece una experiencia visual y emocionalmente perturbadora, pero profundamente satisfactoria.
La dirección de McNamara es magistral. Evita los clichés del género, construyendo una atmósfera de tensión constante, alimentada por una cinematografía exquisita. El uso del color es fundamental: la paleta inicial, marcada por tonos pastel y colores cálidos, se va desvaneciendo gradualmente, reemplazados por una paleta fría, grisácea, que simboliza la pérdida de inocencia y el descenso a la desesperación. El maquillaje y la vestimenta de los personajes, particularmente el de la bruja (actuación soberana de Alexandra Gouesse), contribuyen a crear una estética inquietante y original, que recuerda a la estética del expresionismo alemán, pero adaptada a la sensibilidad moderna. La película no rehúye la violencia y el horror, pero tampoco se sobrecarga de efectos especiales baratos. Lo importante es el impacto psicológico, la sensación de que algo terrible está a punto de ocurrir.
Las actuaciones son sobresalientes. Rachel Morgans como Gretel es simplemente brillante. Logra transmitir la evolución de la protagonista, desde una niña vulnerable y asustada hasta una superviviente implacable y, paradójicamente, capaz de actos de crueldad. El contraste con Sophia Lillis, que da vida a Hansel, es evidente. Hansel es el niño inocente, el que representa la pureza, la bondad y, finalmente, la fragilidad. Sin embargo, la interpretación de Lillis es sutil, evitando la caricature y mostrando la angustia interna de un niño abandonado a su suerte. La química entre ambas actrices es fundamental para el impacto emocional de la película. La dirección de actores es particularmente efectiva en las escenas de tensión, donde se observa una sutil incomodidad entre los personajes, anticipando la tragedia.
El guion, coescrito por McNamara y Leigh Bell, es donde la película realmente brilla. Se aleja del relato original, enfocándose en la dinámica de la hermana y el hermano, desdibujando las líneas entre la víctima y el verdugo. La película plantea interrogantes sobre la naturaleza del mal, el papel de la maternidad y la supervivencia a cualquier precio. La trama es inteligente y compleja, con giros inesperados que desafían las expectativas del espectador. Aunque la historia es accesible, la película no simplifica sus temas, invitando a la reflexión y a la interpretación. El final, deliberadamente ambiguo, dejando al espectador con la sensación de que la verdadera naturaleza de la bruja, y de la propia Gretel, sigue siendo un misterio.
Nota: 8/10