Grindhouse (2007)

“Grindhouse” no es una película; es una experiencia. Un viaje al corazón crudo y visceral del cine de terror de los 70 y 80, reconstruido con una audacia y un entusiasmo contagioso. Esta antología de dos partes, dirigidas por Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, con falsos trailers de Eli Roth que actúan como capítulos de transición, es mucho más que una simple colección de escenas de acción. Es una celebración de la estética trash, del gore exagerado y de la atmósfera de apocalipsis inminente que caracterizaba el género. La película se presenta como un ejercicio de nostalgia filmica, pero lo hace con una inteligencia y una maestría que sorprenden, incluso a aquellos que no son fans del género.

La dirección de Tarantino en "Planet Terror" es, como es propio de él, impecable. Su escena central, una persecución en un club nocturno, es un torbellino de violencia, sexo y efectos especiales. No se busca la representación realista, sino la exageración máxima, la entrega total al espíritu del 'horror exploitation'. La coreografía es frenética, el montaje, vertiginoso, y la banda sonora, de George Baker, amplifica la sensación de caos. Rodíguez, por su parte, aporta una estética más visual y, a veces, más grotesca. Su pieza es una declaración de intenciones, un homenaje a las películas de zombies clásicas, pero con un toque moderno y una brutalidad sin concesiones. La construcción de la amenaza zombie, implacable y constante, es quizás la más sólida de las dos, ya que se va acumulando y demostrando su poder de manera constante.

Las actuaciones son sorprendentemente buenas, considerando la naturaleza de la película. Alexandra Daddario y Caleb LeBelle, como Cherry y Wray, transmiten la desesperación y el coraje de sus personajes de manera convincente, dándole peso emocional a la acción descontrolada. Los secundarios, interpretados por un elenco de rostros conocidos, aportan una autenticidad que enriquece la atmósfera. No se trata de interpretaciones profundas, sino de expresiones de supervivencia, de momentos fugaces de conexión humana en medio del horror.

El guion, aunque sencillo, funciona como un motor que impulsa la acción. El ritmo es implacable, la tensión se mantiene constante, y las situaciones se suceden con una velocidad que mantienen al espectador al borde del asiento. Sin embargo, la falta de profundización en los personajes y en la motivación de sus actos, puede resultar algo superficial para algunos. El uso de los trailers de Roth, lejos de ser una simple distracción, se integra perfectamente en la narrativa, aumentando la sensación de irrealidad y de inminente destrucción. La película no busca ofrecer respuestas, sino simplemente sumergir al espectador en la atmósfera del horror, permitiéndole experimentar la sensación de vulnerabilidad y de pérdida.

En definitiva, "Grindhouse" es una película que exige una cierta disposición para dejarse llevar por su ritmo frenético, su estética visual y su atmósfera de apocalipsis. No es para todos, pero para aquellos que aprecien el cine de terror crudo y visceral, es una experiencia cinematográfica inolvidable.

Nota: 8/10