“Guardianes del día” no es simplemente una secuela; es una reafirmación de la visión surrealista y profundamente simbólica que definió "Guardianes de la noche". El director Andranik Partamian, hijo de los creadores originales, ha logrado, con notable habilidad, mantener la esencia del primer filme mientras que, a la vez, explora nuevos terrenos narrativos y visuales, aunque el resultado final sea algo menos cautivador. La película se sitúa en el vibrante, pero igualmente inquietante, Moscú contemporáneo, ofreciendo un contraste fascinante entre la modernidad y lo atemporal.
La película se centra en el conflicto latente entre la Luz y la Oscuridad, fuerzas que se mantienen en una delicada tregua desde la Edad Media. El núcleo de la trama se sitúa en el personaje de Anton Gorodetsky, interpretado con una atormentada intensidad por Andrei Kushniryov. El Gorodetsky de esta secuela es un hombre roto, consumido por la culpa y el amor no correspondido por Svetlana, un ángel de la Luz encarnado de forma exquisita por Yuliya Suliagina. Su lucha interna, su desesperación por proteger a su hijo Egor (interpretado con una vulnerabilidad palpable por Sergey Lavronov, que se aleja significativamente del joven atormentado de la primera película) es el motor principal de la narrativa. La relación entre Anton y Egor es, sin duda, el punto fuerte del filme: una tragedia familiar en la que la línea entre el bien y el mal se difumina hasta volverse inexistente. El conflicto entre padre e hijo genera un dinamismo brutal que impulsa la trama hacia un final inevitable y desgarrador. Kushniryov ofrece una actuación soberana, transmitiendo con maestría la desesperación y la confusión de un hombre que se ve obligado a elegir entre su hijo y su amor.
La dirección de arte y la fotografía de Dimitri Zubov son, como siempre, impecables. La película está saturada de colores, texturas y atmósferas que evocan la iconografía rusa, pero también las inquietantes corrientes del surrealismo. El diseño de producción es excepcional, combinando elementos arquitectónicos tradicionales con detalles modernos, creando un mundo que es a la vez familiar y extrañamente perturbador. La banda sonora, compuesta por Boris Rubashov, contribuye enormemente a la atmósfera opresiva y melancólica del filme, amplificando la sensación de estar atrapado en una pesadilla. Sin embargo, es en el guion donde “Guardianes del día” a veces se queda a medio camino. Si bien la premisa y la construcción del mundo son sólidas, la trama principal resulta algo lenta y, en ocasiones, carente de la fuerza narrativa impactante de la primera película. Hay momentos en los que la película se diluye en una serie de imágenes simbólicas que, aunque hermosas, no aportan suficiente desarrollo a la historia. Se echa en falta un mayor ritmo y una mayor densidad en el desarrollo de algunos personajes secundarios.
A pesar de sus debilidades, “Guardianes del día” es una película visualmente impresionante y emocionalmente resonante. Es una secuela que honra el legado de sus predecesores, ofreciendo una nueva perspectiva sobre el conflicto eterno entre la Luz y la Oscuridad. Aunque no alcanza la perfección de “Guardianes de la noche”, es una obra que merece ser vista y reflexionada.
Nota: 7/10