Gummo (1997)

Gummo, la película de Harmony Korine, no es una experiencia cinematográfica fácil. Es, sin lugar a dudas, provocadora, perturbadora y, a veces, francamente desconcertante. Korine nos sumerge en el submundo de Xenia, Ohio, un pueblo que parece haber sido abandonado por el tiempo y, de alguna manera, por la esperanza. La película no ofrece una narración lineal, ni una historia en el sentido tradicional. En cambio, presenta una serie de fragmentos, escenas yuxtapuestas que se ensamblan para evocar un ambiente de desesperación y aislamiento, un reflejo de la vida de sus habitantes.

La dirección de Korine es, sin duda, el elemento más llamativo de ‘Gummo’. Su estilo, característico, se basa en la estética de la VHS, los primeros planos intensos y la ralentización del tiempo. Korine no busca la belleza convencional; en su lugar, se centra en la crudeza, en la honestidad brutal de la realidad que muestra. Las cámaras se acercan a los rostros de los personajes, capturando sus expresiones más sinceras, a menudo marcadas por la tristeza, la confusión o la indiferencia. Esta técnica visual, aunada a la banda sonora experimental, funciona para crear una atmósfera claustrofóbica y opresiva que envuelve al espectador. Korine no está interesado en juzgar a sus personajes, sino en presentarlos tal y como son: marginados, atrapados en un ciclo de pobreza y adicción.

Las actuaciones son, en general, convincentes. La banda principal, protagonizada por Mark Holton como Jimmy, ofrece una representación honesta y sin artificios de un joven en crisis, perdido entre la desesperación y la búsqueda de algo que le da sentido a su vida. El resto del elenco, compuestos por jóvenes desconocidos, se sumerge en los roles con una naturalidad que refuerza la autenticidad de la película. No hay excesos actoriales, ni interpretaciones grandilocuentes. El talento radica en la capacidad de transmitir las emociones y la desesperación de sus personajes de manera sutil pero efectiva.

Sin embargo, la película no está exenta de problemas. El guion, a menudo fragmentado y sin una estructura clara, puede resultar confuso y desconcertante para el espectador. La ausencia de un hilo conductor y la repetición de imágenes y sonidos pueden generar una sensación de agotamiento. A pesar de su provocador contenido, ‘Gummo’ podría interpretarse como un ejercicio de estilo por encima de la sustancia. No obstante, es imposible negar el impacto visual y emocional que la película provoca, que permanece con el espectador mucho después de que las luces se encienden. Es una obra que invita a la reflexión, aunque no necesariamente a la aprobación. Se trata de una película que te confronta con aspectos oscuros de la sociedad, que te hace cuestionar las prioridades y la noción de normalidad.

Nota: 7/10