Gymkata (1985)

“Gymkata” no es un nombre que vaya a quedar grabado en el panteón de la gran cinematografía, pero la película de 1985 ofrece una experiencia peculiar, un bocado de acción estilizada y absurdo que, a pesar de sus evidentes limitaciones, merece ser vista por aquellos que buscan una comedia de acción con un toque de locura y una estética muy particular. La cinta, dirigida por Simon Wells, se construye como una especie de fábula sobre la búsqueda del equilibrio, aunque lo que realmente ofrece es un festival de movimientos acrobáticos y un universo visual distintivo.

La estética de “Gymkata” es, sin duda, su mayor rasgo distintivo. Wells, junto con el director de fotografía Paul Frassinelli, crea un mundo de colores vibrantes y escenarios exóticos, muy alejados de los estándares de la época. El uso del color, especialmente el azul eléctrico y el rojo intenso, contribuye a una atmósfera onírica y surrealista, reforzando la sensación de que estamos viendo una representación, una fantasía. La coreografía de las escenas de gimnasia es impresionante, incluso hoy en día, y el trabajo de los coreógrafos es fundamental para el éxito de la película. Sin embargo, hay un riesgo constante de que esta exuberancia visual distraiga del resto de la historia, y en ocasiones, ese es precisamente el caso.

La película no está exenta de problemas en el guion. La trama, centrada en la peculiar competición de gimnasia en Parmistán, es simple y a veces inverosímil. El personaje de Jonathan Cabot, interpretado con una mezcla de seriedad y desgano por Ben Kingsley, es un protagonista poco carismático. Su evolución, desde un atleta laureado hasta un buscador de equilibrio, carece de profundidad y se basa en premisas que se plantean sin desarrollar completamente. Kingsley, por su parte, ofrece una actuación contenida pero efectiva, dotando al personaje de un cierto aire de melancolía.

La película no se centra en diálogos brillantes ni en personajes complejos. La acción y la coreografía son los pilares fundamentales de la narración. Las escenas de lucha, aunque estilizadas y exageradas, son visualmente estimulantes y mantienen al espectador enganchado. La película, en definitiva, se disfruta más como un espectáculo visual que como una historia convincente. Se percibe una intención clara de crear algo diferente, una propuesta que, aunque no siempre acertada, resulta refrescante en un panorama de películas de acción convencionales.

A pesar de sus defectos, “Gymkata” ofrece una experiencia cinematográfica memorable, especialmente por su estética única. Es una película que se queda grabada en la memoria por su exuberancia visual y por la sensación de estar presenciando un evento surrealista y poco convencional. La película, más que un drama o un thriller, es una celebración del movimiento y del espectáculo.

Nota: 6/10