Ha nacido una estrella (1976)

“Ha nacido una estrella” (A Star is Born, 2018) no es, ni mucho menos, la primera adaptación de la historia clásica sobre un idol y su caída. Sin embargo, la versión dirigida por Bradley Cooper y escrita en colaboración con Jackson Phillips logra trascender las convenciones del género, convirtiéndose en un melodrama moderno y visceral que ahonda en las complejidades de la fama, la adicción y el amor en su forma más oscura. La película se centra en la escalada meteórica de Ally (Lady Gaga) y la lenta, dolorosa decadencia de Jackson Maine (Bradley Cooper), un rockero en declive que descubre el talento de Ally, impulsándola a la fama con la condición de que su relación permanezca en un segundo plano. Pero esa simetría se romperá, revelando una dinámica de poder compleja y, en última instancia, devastadora.

La dirección de Cooper es magistral. No se aferra a clichés visuales ni a melodramas pomposos. Se concentra en la autenticidad del momento, en el sudor, en las lágrimas, en la mirada perdida en el alcohol y en el dolor que palpita bajo la superficie de cada escena. El uso de la luz y la sombra, a menudo con un contrapunto brutal entre la luminosidad de la etapa y la oscuridad del cuarto de hotel, refuerza la lucha interna de los personajes. La película no busca ser romántica en el sentido tradicional, sino que explora la vulnerabilidad inherente a la búsqueda del éxito y las consecuencias emocionales de la ambición. La fotografía, por parte de Matthew Libatique, es excelente, capturando con precisión la atmósfera de decadencia y esperanza que impregna la narrativa.

Las interpretaciones son el corazón de la película. Bradley Cooper ofrece una actuación que explora la fragilidad de Jackson Maine con una intensidad asombrosa. No se limita a personificar un rockero duro; nos presenta un hombre atormentado, un narcótico y un padre inestable. La transformación física de Cooper es notable, pero lo realmente impactante es la sutileza de su actuación, la forma en que transmite la desesperación y el vacío que lo consumen. Lady Gaga, por su parte, supera las expectativas, entregando una interpretación honesta y conmovedora. La evolución de Ally de una chica tímida y talentosa a una estrella pop segura de sí misma, y a la vez, devastada por su propia fama, es la más impactante de la película. Su voz, potente y emotiva, es un motor esencial de la narrativa.

El guion, aunque a veces teñido de sentimentalismo, es inteligente y evita las trampas más comunes del género. El ritmo, deliberadamente lento, permite que la tensión crezca gradualmente, permitiendo que el espectador se involucre profundamente en las vidas de los personajes. Las escenas en las que Ally y Jackson se encuentran, ya sean improvisadas o cuidadosamente elaboradas, son especialmente poderosas, transmitiendo un anhelo y una conexión que trasciende la mera atracción romántica. La película aborda temas complejos como el adicción, la pérdida de la identidad, el precio del éxito y la dificultad de mantener relaciones saludables en la industria del espectáculo. No ofrece soluciones fáciles, solo presenta la realidad cruda de un camino implacable hacia la autodestrucción.

Nota: 8.5/10