“Habana” es una película que no se olvida fácilmente, y no es solo por su atmósfera palpable de opresión y la belleza melancólica de una ciudad al borde del cambio. Dirigida con maestría por Miguel Arteta, la película logra una rareza y una autenticidad que pocos westerns modernos logran, alejándose de la pompa y el espectáculo para ofrecer una disección íntima de un hombre atrapado en un torbellino político que no comprende. La película, con un ritmo deliberadamente pausado, no se precipita en la acción, sino que se concentra en el estado de ánimo del protagonista, Jack Weil, interpretado con una sutileza exquisita por Robert Redford.
Redford, en un papel que parece haber sido escrito específicamente para él, ofrece una actuación increíblemente matizada. No se trata de un héroe convencional, sino de un hombre pragmático, un jugador experimentado cuyo mundo se ve sacudido por una serie de acontecimientos que le obligan a confrontar sus propios prejuicios y a cuestionar su propia moralidad. Su mirada, llena de incertidumbre y un toque de sarcasmo, transmite una profunda sensación de desarraigo. Lena Olin, como Roberta, aporta una presencia enigmática y una fuerza silenciosa que complementa perfectamente la complejidad de Redford. Su interpretación es sutil pero efectiva, transmitiendo tanto la idealización que tiene de la revolución como una profunda sensación de ambivalencia. La relación entre ambos personajes se construye lentamente, con momentos de tensión palpable y una comprensión mutua que va más allá de las circunstancias.
El guion, adaptado de la novela homónima de Arturo Pérez-Reverte, destaca por su atención al detalle y su prosa impecable. No hay concesiones a la simplificación, y la película se sirve de la descripción y el diálogo para establecer una atmósfera densa y llena de suspense. La narrativa se centra en la intriga y el poder de la manipulación, y en la forma en que las apariencias pueden ser engañosas. La película no busca juzgar a los personajes, sino que los presenta como productos de su entorno y de sus propias decisiones. La ambientación en La Habana en 1958 es absolutamente creíble, con una fotografía que captura tanto la riqueza y el glamour de la ciudad como la creciente sensación de inquietud. La película evoca un período crucial de la historia de Cuba, donde la política y la vida privada se entrelazan de manera inextricable. Arteta utiliza el western como un prisma para explorar temas universales sobre la identidad, la lealtad y la búsqueda de la verdad.
Si bien el ritmo puede resultar lento para algunos espectadores, la profundidad del personaje de Jack Weil y la precisión de la ambientación compensan con creces cualquier posible desánimo. "Habana" no es una película de acción, sino una reflexión sobre la complejidad de la naturaleza humana y la fragilidad de las certezas. Es un western latinoamericano que desafía las convenciones del género y que ofrece una visión original y conmovedora de una época convulsa.
Nota: 8.5/10