Hamlet 2 (2008)

“Hamlet 2” no es una película que se olvida fácilmente. Más bien, se instala en la mente como una especie de punzada de lucidez incómoda, un recordatorio constante de la absurdidad inherente a la búsqueda de la relevancia, incluso cuando se intenta reinventar un clásico. La película, dirigida con un torpeza calculada por Robert Greenstone, no se limita a ser una secuela de la obra de Shakespeare; es una meditación sobre la desesperación, la mediocridad y la ineficacia de las soluciones fáciles.

El núcleo de la historia, la obligatoria tarea de un profesor de literatura, Martin Stanislav, interpretado con una vulnerabilidad que se acerca al patético por parte de Bill Murray, es, en sí misma, un detonante para la comedia. Pero Greenstone utiliza esta premisa para desentrañar una crítica social sutil pero mordaz. La necesidad desesperada de Stanislav para reanimar su departamento de literatura, colapsado por la falta de estudiantes y la presión de la administración, lo lleva a la absurda decisión de forzar a sus alumnos a recrear “Hamlet” con una adaptación radical y desprovista de sentido. La premisa es hilarante, pero la película se adentra rápidamente en terrenos incómodos, explorando la ansiedad existencial del personaje y la forma en que el miedo al fracaso puede corromper incluso la intención más bien intencionada.

La película se beneficia enormemente de las actuaciones de Bill Murray, que ofrece una interpretación honesta y profundamente conmovedora de un hombre al borde del colapso. Murray maneja con maestría la tensión entre la desesperación y el humor, transmitiendo la angustia de Stanislav con una sutileza admirable. Sin embargo, el resto del elenco, incluyendo a Cate Blanchett como la implacable directora de arte, no está tan bien servido. Sus interpretaciones, aunque competentes, se ven eclipsadas por la centralidad del personaje de Murray. La química entre Blanchett y Murray, crucial para la tensión dramática, se siente superficial y, en ocasiones, forzada.

El guion, escrito por Paul Feig y Michael McCullers, es brillante en su enfoque, pero carece de la profundidad que merece la premisa. Las constantes bromas y situaciones absurdas, aunque entretenidas, a veces restan valor a la crítica social que la película intenta explorar. Hay momentos en los que la película podría haber profundizado en la psicología de Stanislav y en las motivaciones de los estudiantes, pero opta por un humor fácil y una sucesión de gags que, aunque divertidos, no elevan la película más allá de un entretenimiento ligero. La dirección de Greenstone, en general, es competente pero carece de la visión que podría haber dado a la película una mayor cohesión y un impacto emocional más fuerte.

En definitiva, “Hamlet 2” es una película que valora la originalidad sobre la sustancia. Es una comedia inteligente que, aunque no llega a ser una obra maestra, ofrece un entretenimiento sólido y una reflexión interesante sobre el deseo de la aprobación y la dificultad de encontrar significado en un mundo cada vez más superficial.

Nota: 7/10