“Hanna K.”, la reciente película de la directora Stacy Keats, no es un thriller convencional, sino un estudio psicológico sobre la incomunicación, la obsesión y las consecuencias del pasado en el presente. La película, ambientada en la vibrante y tensa Jerusalén, se adentra en la psique de Hanna Kaufman, una mujer compleja y profundamente enigmática, interpretada magistralmente por Stacy Martin. Su papel como abogada de defensa de Sélim Bakri, un inmigrante ilegal, sirve como catalizador para un drama personal que trasciende la mera defensa legal y se convierte en una meditación sobre la identidad y la búsqueda de raíces.
La dirección de Keats es notablemente precisa. La película se construye lentamente, cultivando una atmósfera de desconfianza y tensión palpable. Los planos largos, a menudo enfocados en las expresiones faciales de los personajes, transmiten de manera eficaz la incomodidad y el resentimiento que impregnan las relaciones. El uso del sonido también es especialmente efectivo, empleando silencios estratégicos y la música para subrayar la soledad y la desesperación de Hanna. No es una película que apetece ver de forma fácil; requiere atención y compromiso por parte del espectador. Sin embargo, esta lentitud metodológica recompensa con una comprensión profunda del personaje principal y de las profundas heridas emocionales que la atormentan.
Stacy Martin ofrece una actuación excepcional como Hanna. Su interpretación es sutil pero poderosa. Captura la fragilidad, la ira, la ambivalencia y la desesperación de Hanna con una naturalidad que va más allá de la simple representación. No se trata de una actuación grandilocuente, sino de un retrato psicológico profundo y honesto. El resto del reparto, aunque con menos protagonismo, también cumple con creces, especialmente Bruno Ganz como Josué Herzog, aportando una dignidad y una tristeza contenida a su papel como fiscal general. Su relación, basada en una mezcla de respeto profesional y una silenciosa comprensión de la complejidad de Hanna, es uno de los aspectos más interesantes de la película.
El guion, aunque a veces se siente un poco denso en su tratamiento de los temas, se mantiene bastante consistente. La trama, aparentemente sencilla, se desarrolla con una complejidad inusitada, explorando las motivaciones de los personajes y las implicaciones morales de sus acciones. El subtexto es abundante, y se deja a menudo a la interpretación del espectador. Sin embargo, la película podría haber beneficiado de una mayor claridad en algunos momentos, especialmente en lo que respecta al trasfondo de la relación de Hanna con Víctor. El final, aunque ambiguo y abierto a múltiples interpretaciones, podría parecer algo abrupto para algunos.
En definitiva, "Hanna K.” es una película provocadora y memorable que invita a la reflexión. No es un entretenimiento ligero, sino un drama introspectivo que explora las complejidades de la identidad, la memoria y el pasado. Una experiencia cinematográfica sólida, aunque no exenta de ciertos matices y ambigüedades. Nota: 7/10